Como un grano de arroz, hacia arriba y hacia abajo, creciendo, creciendo, si, pero cada vez más blanda en este hervor constante que me circunda.
Categoría: Ana María Shua
3.061 – La salsa portuguesa
Un matrimonio mal avenido recibe invitados. Hay pollo con salsa portuguesa. La esposa le sirve la parte blanca al invitado y le ofrece salsa. El marido sospecha de su mujer. Con ridícula cortesía le ofrece salsa a la invitada. La esposa sospecha de su marido. Insiste en agregar salsa al plato del invitado. Los invitados sospechan fuertemente del pollo.
Ana María Shua
Ciempiés. Los microrelatos de Quimera. Ed. Montesinos. 2005
3.018 – Belerofonte y Quimera
Una vez en cada función, en ocasiones dos veces por día, Belerofonte, montado en Pegaso, mata a Quimera.
Belerofonte es atractivo y usa prendas que dejan al descubierto sus músculos de héroe griego. La parte trasera del cuerpo de Quimera es de serpiente, el torso y las patas delanteras son de león, su incongruente cabeza de cabra despide llamas.
Belerofonte coloca un trozo de plomo en la punta de su lanza. Las llamas que despide la boca de Quimera derriten el plomo, que se cuela líquido por su garganta y la mata.
La lucha, por supuesto, es fingida. Exiliados de su lugar y su tiempo, Belerofonte y Quimera tienen muchos recuerdos en común. Una y otra vez, la bestia finge morir ante los aplausos del público tonto, que tampoco cree que Pegaso sea capaz de volar, a pesar de verlo con sus propios ojos.
Ana Maria Shua
Después de Troya. Ed. Menoscuarto – 2015
2.961 – Triángulo amoroso
A ama a B que ama a C. Como se observa a simple vista, B está embarazada. Determine el sexo de A y C y enumere todas las combinaciones posibles en cuanto a las preferencias sexuales en los vértices del triángulo ABC, considerando que no hace falta amor para provocar un embarazo y que hay en el alfabeto tantas otras letras, en el universo, tantos dispares alfabetos.
Ana María Shua
Ciempies. Los microrelatos de Quimera. Montesinos 2005
2.946 – Torpezas literarias
2.931 – El alma en los retratos
Los nativos no permiten que se les tomen fotografías porque suponen que quien se adueña de su imagen tendrá también poder sobre su alma. Esto es rigurosamente cierto en relación con los negativos pero no se aplica a las copias.
Lo cierto es que la mayor parte de los fotógrafos no lo saben o no lo creen. Confiados en esa ignorancia, muchos nativos se dejan fotografiar por dinero. Sólo la primera vez es peligroso. Cuando un alma tiene varios dueños, sus órdenes (en caso de que las den) se contradicen y se anulan.
Esa contradicción interna es el origen de muchas gastritis, pero no causa ningún otro inconveniente.
Ana María Shua
Ciempies. Los microrelatos de Quimera. Montesinos 2005
2.880 – Doncella y unicornio I
Ana María Shua
2.868 – La Flor Azteca I
Cuando era chica, mi madre conoció a la Flor Azteca, una cabeza de mujer cuyo cuello muy fino cimbreaba en un jarrón. Hacía muecas, guiñaba los ojos, contestaba preguntas y no se consideraba un espectáculo para niños. Sin embargo mi madre no lloró hasta que le explicaron que sólo se trataba de un juego de espejos. Decepcionada pero incrédula, alcanzó a esconderse detrás de una maderas pintadas.
A la madrugada, cuando todos los espectadores se habían ido, salió trabajosamente del jarrón una mujer desnuda, diminuta, enjabonada. Una férula de metal en la base del cuello le ayudaba a sostener la cabeza erguida. «Nomás los chicos se dan cuenta de que esto no es un truco. Por eso no los dejan entrar», le dijo la Flor Azteca. Y la convidó con un mate.
Me parece imposible que me madre haya sido niña alguna vez.