Me senté en el umbral de mi puerta a esperar que pasara el cadáver de mi enemigo. Pasó y me dijo “hasta mañana”. Con tal de no dejarme en paz, sigue penando entre los vivos.
Raúl Brasca
Me senté en el umbral de mi puerta a esperar que pasara el cadáver de mi enemigo. Pasó y me dijo “hasta mañana”. Con tal de no dejarme en paz, sigue penando entre los vivos.
Raúl Brasca
El pez resuelto al suicidio evita veloz la red en la que moriría con sus compañeros, pasa de largo frente al anzuelo del pescador rutinario que hojea una revista y traga sin dudar el de un niño que recordará mientras viva los espasmos terribles de su asfixia.
Raúl Brasca
–Describe la perla por la que arriesgarías tu vida allá en lo hondo -le pedí al joven buceador de pulmones de acero.
-No sé cómo es esa perla -me dijo-, pero puedo describirte la muchacha a quien se la regalaría.
Raúl Brasca
A ella le gusta el amor. A mí no. A mí me gusta ella, incluido, claro está, su gusto por el amor. Yo no le doy amor. Le doy pasión envuelta en palabras, muchas palabras. Ella se engaña, cree que es amor y le gusta; ama al impostor que hay en mí. Yo no la amo y no me engaño con apariencias, no la amo a ella. Lo nuestro es algo muy corriente: dos que perseveran juntos por obra de un sentimiento equívoco y de otro equivocado. Somos felices.
Raul Brasca