3.640 – La sirena

  La vi y me quedé boqui-abierto: sin duda era una sirena. Cabellos rojos, rostro de infanta, pechos frondosos y cola de pez. En ese momento sentí que mi sola presencia la aterró, pues se revolvía espantosamente como si quisiera escapar de algo: su torso desnudo y su monstruosa cola emergían y desaparecían a ras de la marea. Su canto, asimismo, se asemejaba más a un lamento que a una entonación melodiosa. La imagen duró apenas unos instantes. Más tarde me enteré que en esa misma playa una mujer fue devorada por un tiburón.

Marcial Fernández
Méjico

3.633 – 225

  Lo siento moverse en su elemento líquido, chocando contra las paredes que le cierran el paso y tengo la confirmación de que se trata de un pez, un gran pez escamoso con doble hilera de dientes que crece inmoderadamente en mi vientre, un pez que pariré cerca del mar porque su felicidad (la de mi hijo) es más importante que la mía, la que su proximidad (un gran acuario de cristal) podría darme.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009

3.605 – Los cuentos, 4

  Comió el corazón que le trajeron, tal y como ordenaba la tradición, pero esa noche no pudo dormir. Inquieta, ordenó llamar al cazador, que le aseguró que el corazón era de la princesa, y como prueba le mostró también su cabeza. La reina sonrió, apaciguada.
Odiaba la carne de ciervo.

Espido Freire
Antología del microrelato español (1906-2011). Ed. Catedra.2012