1.867 – El descanso eterno

jose_antonio_ayala  Había llevado una vida bastante penosa, precaria, de trabajos serviles, de desgracias familiares. En su lecho de muerte su rostro reflejaba todas estas amarguras y, sobre todo, un infinito cansancio. Dejó dicho que en su tumba grabaran el siguiente epitafio: «Por favor, no me resuciten».

Jose Antonio Ayala
Chispas. Editora Regional. Murcia.2005

1.850 – El hada

jose_antonio_ayala  Se consideraba una muchacha desgraciada, pero en absoluto resignada con su situación. El comienzo de su vida no había podido ser más triste: se había quedado huérfana a los pocos años y había sido adoptada por compromiso por algunos parientes lejanos y al poco tiempo internada en un hospicio más bien sórdido. De allí la había sacado una bondadosa, pero exigente señora para tomarla a su servicio. Y esa había sido su vida desde entonces: trabajar, comer y poco más. Ni tenía familia, ni amigos, ni ilusiones, pero todo ello la rebelaba y tenía la esperanza de que algún día encontraría la justa compensación a sus tristezas y miserias.
Y su esperanza no fue vana. Un día que estaba sola en la casa, sacando brillo, como siempre, a muebles y suelos que no eran los suyos, se le apareció una hermosísima mujer, toda vestida de blanco, de rostro muy bondadoso y con una varita en la mano.
-Soy el hada de tu guarda -le dijo-. Me ha conmovido tu desgracia, tus trabajos, tu soledad, y estoy dispuesta a darte lo que quieras, lo que más te guste con mi varita mágica.
La muchacha guardó silencio y bajó los ojos humildemente. El hada admirada por su modestia y su recato se propuso hacerle espléndidos regalos. -Mira, qué bonito vestido para ti, y varios más para que puedas cambiarte. Y una casita pequeña, para ti sola, mira por la ventana y la verás en la ladera de aquel monte; y un coche, para que puedas viajar, y…
El hada miró a la muchacha y observó que ninguno de estos regalos parecía hacerle ilusión. Le preguntó entonces qué era lo que ella prefería, que fuese lo que fuese estaba dispuesta a dárselo. -¿Sí? -dijo la muchacha, saliendo de su mutismo-. Quiero tu varita mágica.

José Antonio Ayala
Chispas. Editora Regional. Murcia.2005