No entendía por qué no podía aullar como los amantes de la pared de al lado. No entendía que, de tanto oírlos, había aprendido a aullar como los perros, y como los locos que se miran la garganta en los espejos, y como los trenes cuando pujan los vientos de la noche, y aún como Vallejo cuando le pegaban duro con un palo y duro también con una soga, y sin embargo, sin embargo no podía aullar como los amantes de la pared de al lado. No entendía por qué los aullidos de ellos resonaban tan armoniosos y los suyos tan monocordes. No entendía que los amantes de la pared de al lado aullaban en dúo, como Tosca y Cavaradossi, Aída y Radamés, Andrea Chenier y Madeleine de Coigny. No entendía que en los tenores solitarios la ausencia de soprano engendra sólo aullidos de dolor, es decir, de perro, de loco, de tren o de Vallejo. No entendía nada de aullidos de placer. No entendía nada de ópera. No entendía nada de amantes. No entendía.
Un comentario en «1.457 – No entendía»
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Mandrini es un autor que me gusta mucho leer, cuántas cosas dice en sus breves relatos.