Cierto día el rey Carlos IV de España, habiéndose enterado de que su consorte María Luisa le ponía los cuernos con el favorito Manuel Godoy, encaró enérgicamente al traidor:
-¡De modo, jovencito, que sois el amante de mi mujer!
Godoy parpadeó, estupefacto.
– Os equivocáis, señor -balbuceó-. Yo sólo soy el amante de la reina.
Satisfecho con la explicación, Carlos IV no volvió a tocar el Tema
Marco Denevi