Supo que lo suyo estaba sentenciado cuando él se fue a dormir al cuarto de invitados.
No le hacían falta las palabras, pero él insistió en justificar su decisión: «Es que tengo que descansar. Vienen días muy duros…»
Mientras trataba de conciliar al sueño con su desasosiego, a modo de ovejas, contó cada una de las noches de los últimos años.
Noches en las que se había acostado a su lado en esa misma cama, ahora medio llena, mientras hacía esfuerzos imposibles por mantenerse en vela, hasta conseguir un insomnio crónico.
Todas esas noches en las que él se apretaba fuerte contra su cuerpo, dejándole caer el brazo sobre la cintura, al tiempo que le musitaba al oído:
— Róncame más, mi amor…
Y ella, afinando el resoplo hasta el amanecer, sin atreverse a dormir, temiendo no roncar lo suficiente…
Alejandra Díaz Ortiz
Siempre es un honor estar aquí…
Gracias!
….las que tu tienes 😉
Alejandra es una microrrelatista formidable. Para mí su blog es parada imprescindible en mi circuito de lecturas.
Me alegra que la traigas a tu casa, Carlos.
Un abrazo,