1.295 – El preso

 No ocurre todas las noches, pero ocurre. En mi celda, en la puerta de mi celda, hay una cruz marcada con tiza. Ya no puedo pagar mi impunidad personal y abusan de mí. Son tres o cuatro, y me desvelan. La primera vez, la primera noche, mi grito fue profundo y desgarrador. Pensé que algo se rompía en mi interior. El capellán de la prisión me preguntó si había sentido algún placer en alguna de las ocasiones. Puede usted suponer que me levanté con dignidad del reclinatorio y me fui lo más aprisa que pude, mordiéndome los labios, porque las heridas, los roces y quizás alguna llaga me están causando un tormento terrible.

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/

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