Mi madre aseguraba que una taza de ruibarbo podía curarlo todo, hasta los males del amor.
Mi padre pensaba que un poco de dinero era mejor que el ruibarbo y el amor (además, podía comprar mucho más que eso). Cuando yo tenía fiebre o estaba triste ella me daba ruibarbo. Mi padre me dejaba algunas monedas.
Cuando ella murió él se metió en su cuarto, apagó la luz y sentí que lloraba bajito. Jamás lo había visto hacer esas cosas y el aire empezó a faltarme.
Toqué la puerta y cuando me abrió dejé en su mano una moneda.
Un comentario en «991 – Lo que nadie sabe»
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muy maravilloso