El hombre estiró la mano, se esforzó,
y atravesando los silencios de su noche,
por fin pudo alcanzarse a sí mismo.
Había un hombre que vivía en la imaginación de otro hombre. El primero siempre estaba preocupado, porque pensaba que cuando el hombre en el que vivía se olvidara de él, iba a morir irremediablemente.
Así pasaba los días, preocupado; cuando llegaba la noche se iba a dormir, y al despertar, no se daba cuenta de que en realidad era ya otro hombre, con el recuerdo del hombre del día anterior
José Martín Hurtado Galves