945 – El reglamento

 Llevaban casados tres años y pasaban estrecheces económicas. Es por ello que, cuando en su empresa convinieron en admitir a diez nuevas secretarias, se lo dijo a su mujer. Ésta superó las pruebas de aptitud y obtuvo la plaza. Al rellenar los impresos declaró ser «soltera» y dio como domicilio el de sus padres. Estaba prohibido terminantemente en la empresa que trabajaran marido y mujer. Todo fue bien. Se ignoraban mutuamente cuando se veían en los pasillos y despachos y se evitaban a la salida. Cada uno iba a su casa por caminos diferentes. Un día de verano no pudieron resistir la tentación y fueron sorprendidos por una compañera en el sofá de la sala de visitas, en la hora de descanso asignada para el almuerzo, en postura muy comprometedora. La empresa juzgó que la culpable era ella (él llevaba quince años en la misma, demostrando una conducta intachable) y la despidió. Él siguió en su puesto, aguantando las miradas irónicas y sonrisas maliciosas de sus compañeros y sobre todo las cartas anónimas que le dirigían a su mujer. «Tenga cuidado. Es un sinvergüenza», decía una de ellas. Y contaba lo ocurrido…

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010

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