Manos callosas

eduardo galeano35 Los príncipes, al servicio de la corona británica, vivían angustiados por la escasez de tigres en la selva y las crisis de celos que perturbaban el harén.
En pleno siglo veinte, se consolaban como podían:
el marajá de Bharatpur compró todos los Rolls-Royce disponibles en Londres y los destinó a la recolección de la basura en sus dominios;
el de Junagadh tenía muchos perros con habitación propia, teléfono y sirviente;
el de Alwar incendió el hipódromo cuando su pony perdió una carrera;
el de Kapurthala construyó una copia exacta del palacio de Versalles;
el de Mysore construyó una copia exacta del palacio de Windsor;
el de Gwalior compró un trencito de oro y plata que recorría el comedor del palacio llevando sal y especias a sus invitados;
los cañones del marajá de Baroda eran de oro macizo
y el de Hyderabad usaba de pisapapeles un diamante de ciento ochenta y cuatro quilates.

Eduardo Galeano

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