El chal al viento

diegogolombek2La dama aún conservaba cierta belleza y, sobre todo, los movimientos y la presencia que hacían que todos se volvieran para mirarla. Sus ojos hacían que su cuerpo no tuviera límites; allí donde sus manos o sus pasos no alcanzaban, llegaba su mirada penetrante.
Mientras paseaba por la orilla del mar, decidió poner a prueba su seducción que esperaba mantener intacta a pesar de los años. Eligió a un joven mecánico que lustraba con vanidad un Bugatti reluciente.
-¿Me lleva a pasear? -preguntó, coqueta. El muchacho sonrió y le ofreció su brazo para subir al coche.
-Usted me recuerda a uno de mis hijos -dijo la dama mientras se instalaba en el asiento del acompañante.
-Pero usted no es tan vieja, señora -intentó una gentileza el mecánico.
-Isadora. Me llamo Isadora -contestó la dama con una sonrisa, mientras se acomodaba el largo chal rojo para que lo llevara el viento.

Diego Golombek

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