3.614 – Sensación de descanso

  Yo no puedo ir por ahí diciendo que soy usted, está prohibido. No puedo ponerme su nombre, ni sus apellidos, ni su ropa interior. ¿Que me gustaría ser, no sé, Emilio Botín? Pues me aguanto porque se lo ha pedido otro antes que yo. Además, para ser Botín hay lista de espera. Un día, de joven, me presenté en casa de un escritor al que admiraba y le pregunté si me dejaba ser él. Me contestó que ni hablar, que si creía yo que le habían regalado la identidad. Llevaba toda la vida trabajando para conquistarla y no se la iba a entregar al primero que pasara. Me pareció que tenía mucho mérito, pues si es cierto que todos trabajamos para ser alguien, a la mayoría no nos sale. Es más fácil hacer una fortuna que construirse un carácter medianamente aceptable.
Viene todo esto a cuento de que el otro día tropecé en Internet con la nota de un estudiante que solicitaba ayuda a las personas que hubieran leído alguna obra mía. Tenía que redactar, para la asignatura de lengua, un trabajo del que dependía que le aprobaran. Me puse a ello y en un rato le hice llegar unas notas con los contenidos fundamentales de mi obra, así como un apunte biográfico que me pareció original y verdadero a la vez. En vez de firmar con mi nombre, firmé como Emilio Botín, sin intentar hacerme pasar por el banquero. Supongo que hay otros emilios botines, pues ni el nombre ni el apellido son excesivamente raros.
Luego me fui a la cama con la sensación del deber cumplido. Gracias a ese Emilio Botín digital, un estudiante de literatura no tendría que repetir una materia que quizá le resultara odiosa.
Una semana más tarde, sin embargo, el estudiante se quejó de que le habían suspendido porque el trabajo, según su profesor, era una porquería. Estuve a punto de pedirle los datos del profesor, para escribirle, pero me contuve. Lo curioso es que enseguida se manifestó un Juan José Millás que no era yo ofreciéndose a enviar al chico un trabajo garantizado sobre mi obra (sobre la suya, decía el sinvergüenza). El caso es que con este nuevo trabajo el chico obtuvo un sobresaliente. Por un lado me preocupó que hubiera por ahí un Millás mejor que yo, pero por otro me proporcionó una curiosa sensación de descanso, como si ya pudiera morirme.

Juan José Millás
Articuentos completos. Ed. Seix barral. 2011

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