3.138 – Los franco tiradores

alphonse_daudet_2   A la vez, innumerables compañías de francotiradores se organizaron con gran entusiasmo: “Los hermanos de la muerte”, “Los chacales de la Narboresa”, “Los trabucos del Ródano”. Los había de todos los nombres, de todos los colores, como centáureas en un campo de avena, y llevaban penachos, plumas de gallo, sombreros gigantes, cintos anchos de tras palmos… Para parecer más terribles, los francotiradores se dejaban crecer la barba y los mostachos de tal modo, que en el paseo nadie se reconocía. A lo mejor, de lejos, veíase un bandido de los Abruzzos, que se echaba sobre vosotros, con los mostachos retorcidos como garfios, los ojos llameantes, haciendo un terrible ruido de sables, revólveres y yataganes; y luego, cuando se acercaba, conocíais que era Pegoulade, el recaudador. Otras veces os tropezabais en la escalera con Robinsón Crusoe en persona, con un sombrero puntiagudo, su cuchillo de sierra y un fusil en cada hombro; a fin de cuentas, resultaba ser Costacalde, el armero, que volvía de comer fuera de casa. El caso es que, a fuerza de adoptar aspectos feroces, los tarasconenses acabaron por aterrorizarse unos a otros, y al poco tiempo nadie se atrevía a salir de casa.

Alfonso Daudet

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