2.942 – Sabio

leon_de_aranoa  Se despertó sabio, como otros se despiertan tarde, cansados, o con dolor en las articulaciones. Comprendió el orden natural de las cosas mientras se cepillaba los dientes, ante el espejo del cuarto de baño. No fue a trabajar, lo que consideró un síntoma de su recién adquirida sabiduría.
En el transcurso de un paseo por un parque próximo, cifró en veintitrés grados la inclinación del eje de rotación de la Tierra con respecto al plano por el que se desplaza, fue capaz de formular la fragante sensación de humedad que sentía en el rostro en la relación entre la cantidad de vapor de agua que contiene el aire y la que necesita para saturarse a esa misma temperatura, y por primera vez supo dar nombre a los diecisiete músculos de la cara que, tirando de aquí y de allá, articulaban su sonrisa.
Acarició la cabeza de un perro y entendió el desánimo de su mujer, su triste balance de alegrías y derrotas, el carácter progresivo y geométrico de sus decepciones. Dando patadas a una lata vacía comprendió la naturaleza irracional de su prolongado desencuentro con la vecina de arriba. Se entretuvo contemplando las piruetas de una joven patinadora rubia, y al momento se le apareció como un juego de niños el sentido de las revelaciones religiosas. Corrigió a San Agustín y anotó a Descartes, pero compró castañas en el pequeño puesto que, a la salida del parque, atiende un señor al que le falta una mano.
Supo, al fin, quién era. Comprendió la razón última de su presencia aquí, la necesidad de sus contadas aportaciones al orden de las cosas. Entendió su dimensión exacta como pieza, la magnitud del rompecabezas del que formaba parte, que completaba y al que daba sentido.
Su inesperada omnisciencia le permitió también calcular la velocidad adquirida por la locomotora diésel Burlington Zephyr de treinta toneladas de carga con motores de tracción eléctricos, en el momento exacto del impacto que acabó con su vida. Eligió la muerte, pero no sabremos nunca si fue por plenitud, o por tristeza.

Fernando León de Aranoa
Aquí yacen dragones. Seix Barral, Biblioteca Breve.2013

aquiyacendragones

Deja un comentario