2.903 – La lección

Erendira Herrera  Lo persiguieron por el vecindario. Ismael no podía correr con los tacones y la falda ajustada. Gritaba desesperado, sus lágrimas mezcladas con el maquillaje, hacían de su rostro una grotesca máscara. En la carrera, extravió una peluca. Lo alcanzaron en la puerta de su vivienda, en donde pensaba refugiarse, lo empujaron dentro y le propinaron una tremenda golpiza, hasta que su líder, Raúl, pidió a todos que se detuvieran:
—¡Ya muchachos!, ¡creo que con eso tiene este pinche puto!, déjenme a solas con él, le daré una lección extra —el grupo salió, no sin antes injuriar y escupir encima de Ismael, quien yacía boca abajo, llorando lastimosamente. Cuando cerraron la puerta, Raúl se inclinó sobre él, le arrancó lo que restaba de las pantimedias y una tanga; se abrió los pantalones y lo penetró salvajemente, mientras lo sujetaba fuertemente por los cabellos y le susurraba al oído:
—Esto es por tus desprecios ¡cabrón!, ¡ahora sí que te acordarás de mí!

Eréndira Herrera

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