2.809 – El caracol

millas23  El campo tiene sus incomodidades, pero constituye una curiosa fuente de información existencial. Hace una semana apareció en el cuarto de baño un caracol. Durante un par de días permaneció quieto, pegado a la pared externa del bidé, como meditando sobre la vida. Después de eso comenzó a desplazarse en busca de la misma abertura por la que se había colado en esa dimensión tan hostil, o extraña. Cada día, al levantarme, observaba su posición y el pobre, en lugar de acercarse a la ventana, se alejaba cada vez más de ella trepando por un alicatado que tenía que resultar del todo incomprensible para su falso pie (o pseudópodo, como nos gustaba decir en la clase de ciencias naturales). Finalmente, en un arranque de piedad le ayudé a llegar fuera.
¿Qué habrá pensado el animal -me pregunté- de esta rara experiencia? Un día acudí a una fiesta absurda a la que había sido invitado por error y cuando intenté huir me interné sin darme cuenta en la zona privada de la vivienda y tuve que mantener una conversación incomprensible con unos marcianos a quienes sólo me unía el gusto por el whisky de centeno. Habría dado cualquier cosa por que una mano caritativa me hubiera tomado entre sus dedos, como yo al caracol, arrojándome por la ventana, para devolverme de golpe a la dimensión que me era propia. No tuve esa suerte y hube de deambular por toda la casa hasta las tres de la mañana, un poco borracho, si he de decirlo todo, hasta que logré dar con la puerta de salida y encontré un paisaje reconocible. A muchos les podrá parecer todo esto una exageración, porque se me ha olvidado señalar que la vivienda pertenecía a un arquitecto y, en consecuencia, ni las ventanas ni las puertas ni la cadena del retrete se encontraban donde uno supone que han de hallarse estos artefactos de uso común.
Personalmente, nada me unía a los caracoles, hasta este momento, pero desde ahora siento por ellos un afecto especial, no ya por la tranquilidad con la que afrontan las situaciones más difíciles que quepa imaginar, sino por su tendencia a extraviarse, con la que tanto me identifico. Si encuentran un caracol en su bañera, trátenlo bien, que a lo mejor soy yo. Gracias.

Juan José Millás
Articuentos completos. Ed. Seix barral. 2011

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