La primera ocasión en que llamó al timbre fue para pedir un puñado de sal. Debí haberle dicho que no en aquella ocasión, pero fui incapaz de anticipar el peligro. Luego, se animó a reclamar otros favores: unas hojitas de laurel, pilas para su despertador, un paquete de arroz, una corbata estampada, agua destilada para la plancha. Mi mayor error fue permitirle ver un partido de fútbol en el televisor de nuestro salón. Tampoco debí consentir que besara a Claudia en mi presencia. Ahora, es él quien duerme en mi propia cama. Con ella. Por el momento, aún me dejan pasar la noche en el balcón.
Manuel Moyano
Teatro de ceniza. Ed. Menoscuarto. 2011
*A José Miguel Belando