2.320 – La caza

alonsoibarrola  El dueño del coto de caza, próximo a la capital, y cuatro amigos, empuñando sendas escopetas, iniciaron la caminata en busca de conejos. Observaron por los cerros colindantes a varias personas y se dirigieron a ellos, pues supusieron que estaban cazando en lugar vedado. En su mayoría eran chiquillos, que echaron a correr en medio de risas y bromas. Uno de ellos, antes de desaparecer tras un montículo, gritó: «¡Hijos de p…!». El dueño del coto, lleno de furor, empuñando la escopeta, disparó contra el chiquillo que corría veloz. Le acertó en plena cabeza. Más tarde, ante la Guardia Civil, explicaba cómo casualmente se le disparó la escopeta cargada al tropezar con una piedra, confirmando el hecho en todos sus detalles sus tres amigos, y hasta el guarda de la finca, que no se atrevió a negarse a declarar ante la sugerencia de su amo, aunque cuando ocurrió el hecho no se encontrara allí. Lo triste del caso es que el chiquillo muerto era su hijo.

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/

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