2.285 – Robinson

alonso-Ibarrola2  Una columna de humo se perfiló en el horizonte. Robinson no daba crédito a sus ojos. Diez años llevaba viviendo en aquella isla, perdida en el océano y alejada de todas las rutas marítimas. Y sin nadie que le acompañara en los largos días de soledad. Le llamaré «lunes», se repetía a sí mismo para darse valor, esperando en vano la llegada de un criado negro, como él creía que sucedía en estos casos. Mejor dicho, «martes». Dos años más tarde, pensó en llamarle «miércoles». Tres años más tarde admitió que bien podría llamarse «jueves»… hasta que la columna de humo proveniente del gran barco, que ya se divisaba en lontananza, le hizo olvidar la cuestión… Su barba era muy abundante y larga. El barco, no cabía duda, se dirigía hacia él. Se detuvo junto a la isla. Arriaron un bote y unos marineros con vigorosas y rítmicas paladas acercaron hasta la orilla a un oficial que con las bajeras del pantalón dobladas hasta la rodilla y los zapatos en la mano se introdujo en el agua, haciendo un gesto muy expresivo de encontrarla muy fría. En tres zancadas se presentó ante el náufrago, le saludó marcialmente e inquirió, mostrándole un arrugado pergamino: «¿Ha escrito usted esto?». El pergamino decía: «¡Socorro!» No, él no había escrito nada. No tenía pluma, ni papel, ni una botella, por supuesto. «Lo siento», exclamó el oficial, y girando sobre sus talones, volvió a meterse en el agua. Dio un saltito al paso de una ola minúscula y subió de nuevo al bote, ayudado por un marinero. Mientras la embarcación se alejaba presurosa, camino del navío, el oficial agitaba la mano saludando cariñosamente al forzado Robinson. No acertó a pronunciar palabra alguna… Se le trabó la lengua. Habían transcurrido demasiados años. «No es posible…», fue lo único que acertó a decir, cuando ya el barco se perdía en la raya infinita del horizonte. Pero nadie le oyó…

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/

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