El caballo empuja y empuja a la de su misma especie que tiene debajo, pero mira y mira a la de especie diferente que, con su sombrilla y su vestido blanco, observa con tristeza el acto caballar desde la barrera de madera. Los dos sueñan con un lejano país en el que los centauros sean el producto natural del amor surgido entre jóvenes a los que sus diferentes líneas evolutivas han condenado al bestialismo amoroso. El marido, por concluir la historia dando una tercera visión, tiene renombrado prestigio como jinete y como celoso.