La niña se llamaba María Teresa, pero en el colegio la llamaban Teresina, quizá debido al hecho de que varias de las monjas de la Orden provenían de Italia. Un día, en una de las numerosas funciones religiosas que las alumnas del Centro se veían obligadas a soportar, el capellán se refirió a ciertos padres que no cumplían con sus deberes de católicos, y organizó una especie de «cruzada familiar». La jornada dominical del padre de Teresina se vio interrumpida por la insistencia de la niña para que asistiera a misa. No se atrevió el hombre a decir nada, por no enfrentarse con su mujer, en quien Teresina encontró una fiel aliada. El «triunfo» de la niña fue celebrado por todo el colegio, con alborozo particular de las monjas. Y el padre de Teresina tomó la costumbre de desayunar y leer el periódico en una cafetería, en solitario, mientras duraba la misa.