El unicornio que lame cariñosamente su mejilla le hace despertar. Aún se siente azorado, pero, al abrir los ojos, contempla el familiar cielo de color púrpura, por el que vuelan criaturas con tres pares de alas, y el viejo árbol que da frutos de lapislázuli junto a su ventana. Las plantas cantoras alegran la mañana con su música. Comprende entonces, con alivio, que la ciudad gris, y la montaña de papel sobre una mesa, y el vehículo que circulaba por un túnel y la hembra que le llamaba imbécil al llegar a casa tan solo formaban parte de un mal sueño.
Manuel Moyano
Mar de pirañas. Menoscuarto Ediciones. 2012