El tribunal apreció cierta rigidez en su mirada. Todo comenzó a torcerse unos días antes. El fin del mundo no fue como pronosticaba el Apocalipsis. Ni hablar de jinetes. Tan solo aquel aroma a cantueso cada vez más intenso. Eso, y el rosa desvaído que fue adquiriendo el horizonte a medida que todo se tornaba confuso y plácido. Nada estaba saliendo como tenía previsto. Aún no se podía creer que Jesucristo tuviera realmente ese aspecto. Pero lo peor con diferencia era ella. Ni en la peor pesadilla se hubiera imaginado que aquella mujer bajita fuera Dios en persona. Y le miraba fijamente desde hacía demasiados minutos.
Enrique Rubio Domingo
Relatos en cadena – Finalista del 23/5, semana 28
Muy simpático e irreverente, con varias vueltas de tuercas. Me gustó mucho, recuerdo que me gustó en su día, y sigo diciendo que me gusta ahora.
Me ha gustado mucho. Me ha hecho sonreír y eso ya es más difícil.
La única pega es que después de «Eso,… » la «y» va en minúscula, pero es corregible cien por cien.
Enhorabuena al autor y al elector!!!
Gracias Arturo por tu observación.