2.257 – La parte del león

pedroherreroo   Cada noche, después de cenar, llevo al señor de paseo en limusina. Dejamos atrás la parte alta y noble de la ciudad, y bajamos hasta el muelle de pescadores, buscando señoritas que caminen despacio por la acera, con el bolso en una mano y el cigarrillo en la otra. El señor se fija en una que solo vista ropa interior y -tras quedar acuerdo en el precio- la invita a subir con él en el asiento trasero. Entonces me ordena que conduzca por calles solitarias en mal estado, sin esquivar los baches; que gire, frene y acelere a mi antojo, solo por darme ese gusto. Cuando se cansa me da las gracias, despide a la joven y regresamos a casa.
El señor es muy discreto, no suele comentar conmigo sus gustos ni sus caprichos. pero hoy me ha confesado que -por variar y sin que sirva de precedente- le gustaría experimentar qué se siente al volante. Hoy voy yo de pasajero y él se ha puesto la gorra de conductor. Al llegar a nuestro territorio de caza, me ha dejado que elija yo mismo la presa vulnerable, ligera de ropa. Cuando le he comunicado mi decisión, ha parado el coche junto a ella, y -tras quedar acuerdo en el precio- la ha invitado a subir con él en el asiento delantero.

Pedro Herrero