Doble vida

Eduardo Berti 2En cuanto supe que mi padre había llevado en sus últimos treinta años una doble vida, sucumbí a la curiosidad y averigüé el nombre de su otra mujer y la dirección del otro hogar. llamé a la puerta con una excusa cualquiera -una inspección de la compañía de seguros, o algo así-, y una mujer alta y equina me invitó a entrar. Entonces no pude dar crédito a lo que veía: el interior de aquel hogar era una réplica perfecta del que habíamos compartido mi padre, mi madre y yo; los mismos muebles, los mismos sillones con el mismo tapizado distribuidos exactamente igual, y hasta los mismos cuadros, los mismos platos de porcelana y las mismas esculturas de yeso.
De vuelta en casa, esa noche me dediqué con malévolo placer a desordenar los muebles y a revolver las cosas en los estantes. Mi madre seguía perpleja mis movimientos, pero no le dije nada de mi visita a la casa y cenamos en silencio.
De pronto recordé la vez que, siendo un niño, rompí el jarrón chino que flanqueaba el diván. El enojo de mi padre al saber del accidente me había parecido desproporcionado. Ahora podía entenderlo. Podía incluso imaginarlo al día siguiente, destruyendo a conciencia el jarrón igual, sólo para conservar la simetría con su otro hogar.
Eduardo Berti

La amante

hernanriveraDespués de hacer el amor, el hombre enciende un cigarrillo y apoya la cabeza dulcemente en su hombro. Como ensimismado, en los reflejos de luz de la gran lámpara de cristal, comienza a hablarle, ronroneante, de lo feliz que es con ella (y de lo desdichado que fue, en cambio, en sus veinte años de matrimonio). «Ah, si sólo hubiera sabido de ti antes», le dice amoroso.Y la abraza y la besa largamente. En el abrazo la toca sin querer con el cigarrillo y, en un fuuuuuu lánguido, penoso, conmovedor, su recién adquirida amante comienza estrafalariamente a desinflarse.

Hernán Rivera Latelier

El adelantado

alejandro bentivoglioEstamos al borde del precipicio, pero no sabemos quién dará el siguiente paso. Nos miramos unos a otros, en un silencio que ya lleva horas. Creemos que finalmente alguien tendrá el valor de saltar y seguir adelante, hacia lo desconocido.
Pero llega la noche y nos encuentra reunidos alrededor de una fogata. Todavía en silencio, pero hermanados por una cobardía que terminará la mañana siguiente, en ese glorioso e inolvidable amanecer cuando, casi con descuido, empujemos a cualquiera de nosotros hacia el abismo.
Alejandro Bentivoglio

La niña

Juan Ramn JimnezLa niña llegó en el barco de carga. Tenía la naricilla gorda, hinchada, y los ojos de otro color que los suyos. En el pecho le habían puesto una tarjeta que decía: «Sabe hablar algunas palabras en español. Quizá alguien español la quiera».
La quiso un español y se la llevó a su casa. Tenía mujer y seis hijos, tres nenas y tres niños.
-¿Y qué sabes decir en español, vamos a ver? La niña miraba al suelo.
-¿Ser nice?-Y todos se reían-. Me custa el socolate. -Y todos se burlaban.
La niña cayó enferma. «No tiene nada», decía el médico. Pero se estaba muriendo. Una madrugada, cuando todos estaban dormidos y algunos roncando,
la niña se sintió morir.Y dijo:
-Me muero. ¿Está bien dicho?
Pero nadie la oyó decir eso. Ni ninguna cosa más.Porque al amanecer la encontraron muda, muerta en español.

Juan Ramón Jiménez

Manual de ortografía

 pilar galan5   Cuando salgo de tu casa, la realidad empieza a conformarse. De nuevo, me digo, de nuevo habrá que empezar a edificar los días, desde abajo, desde justo ese punto del estómago donde nacen las náuseas. La luz de la mañana se derrama como polen de oro, tengo frío, me da miedo la vuelta a casa, los reproches, sentir su boca, saber que la mía sabe a tus palabras, querer gritar, llorar, vaciarme por dentro. Saber también que no puedo, saber que tienes razón, aunque me duela, que te blindas contra mí porque has puesto fecha de caducidad desde el principio, como si mi presencia en tu casa fuera un regalo inesperado, una ofrenda que alguien ha querido hacerte.
        Al compás de los días enhebro mi discurso, reparto con cuidado conjunciones, añado núcleos mentirosos, digo: tenemos que dejarlo, me haces daño, pero mi mano se empeña en escribir, acude, corre, dame besos, deja que mi cuerpo nazca para tus dedos, dibuja  otra vez interrogaciones, no preguntes.
    Salpico mi texto de cursivas, subrayo lo importante, distribuyo mayúsculas y negritas, razono, expongo mi tesis, intento ser sensata, construyo un texto argumentativo, te narro, dialogo, trato de describirte, me convierto en narrador omnisciente, me vuelvo personaje, escribo prólogos y epílogos, me muero por borrarte de mi índice.
    Con mi texto corregido, te llamo el día anterior como una niña, temblando de los pies a la cabeza, presintiendo como siempre que vuelvo a equivocarme. La pasión empieza en el segundo exacto en que empiezo a marcar tu número. No estás. La tarde se convierte en una sucesión de horas que deben llenarse hasta la noche, hasta que vuelvas y oigas mi mensaje, y yo sepa que sonríes ante mi voz temblona. O lo que es aún peor, esperar que contestes, sentir el alma en vilo, dormirse sin saber aún qué va a pasar mañana.

Pilar Galán