Cambiaron el anuncio de la entrada: antes decía Lasciate ogni speranza; ahora, Welcome to your mid-life crisis.Progreso
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Ciertamente había un letrero: «Campo minado”, pero igual hubiera podido decir: «Se vende lote” o «Cultivo de tomates”. Total, sólo el alcalde y el cura saben leer en el pueblo; los demás adivinan por obvias, la tienda, la iglesia, la prendería, la inspección de policía…
Que es todo lo que necesitan conocer. O necesitaban… porque después de lo ocurrido saben que los caminos transitables tienen ahora un dueño intransigente y explosivo.
Jorge Julio Echeverry
El comandante, por el micrófono del avión: «Señores pasajeros, la compañía lo siente mucho».
Álvaro Menén Desleal
Tenía tal preocupación por no causar molestias que volvió a cerrar la ventana detrás suyo, después de haberse lanzado al vacío, desde lo alto del sexto piso.
Jacques Sternberg
El aro lloraba desconsolado. El niño, rodando y rodando, se le perdía cuesta abajo.
Antonio Martínez Polo
Nunca verás un amanecer tan hermoso como ella.
Rafael Pérez Estrada
Estoy en el jardín de un antiguo palacio que no sé de quién fue ni cuál es hoy su dueño. La tarde es húmeda y otoñal el ocaso; en el blando suelo las hojas mueren adheridas al barro. No hace viento, no oigo ningún ruido entre los árboles que forman paseos en los que mudas estatuas, sobre pedestales de hiedra, alzan su desnudez.
Quisiera recorrer este extraño jardín, pero estoy quieto. Nadie lo visita, nadie hace crujir el puentecillo de madera sobre el constante arroyo. Nadie se apoya en las balaustradas del parterre ante la fila de bustos que la intemperie enmascaró con manchas verdinegras.
Estoy ante la gran fachada cubierta de ventanas que termina en altas chimeneas sobre el oscuro alero del tejado. Todo en ella muestra haber sufrido los ataques del tiempo pero estos rigores no dañaron a la única ventana que yo miro. Cada día, tras los cristales, aparece ella, su delicada silueta, y aparta la cortina de tul y largamente pasea su mirada por los senderos que se alejan hacia el río. Vestida de color violeta, siempre seria, eternamente bella, conserva su rostro juvenil, su gesto de candor, atenta a la llegada de alguien que ella espera. Inmóvil, tras el cristal, no habla, no muestra si acepta mi presencia, acaso no me ve. Resignada se dobla mi cabeza sobre el hombro mordido por las lluvias; desearía que sus dedos me rozasen antes de que su mano se haga transparencia. Desfallece mi cabeza enamorada; tras mis ojos vacíos atesoré palabras y palabras de amor dedicadas a ella. Acaso un día logren mover mis labios de durísima piedra.
Juan Eduardo Zúñiga
La otra llave no gira en la puerta de la calle.
Me muerden los relojes. Lucho contra ellos con los pinceles, con un libro… Les atizo con la escoba, con una sartén, con un jamón de pata blanca… Los persigo con un cazamariposas, les lanzo flechas, los trato de insertar en un pincho moruno. Me muerden los relojes. Me pongo una armadura, me visto de buzo y bajo al fondo del mar. Me muerden los relojes. Son animales invencibles. Su tictac es cada vez más rápido, más ensordecedor. Han ganado la batalla a algunos de los seres que más amé. Nada puedo hacer contra ellos. Me muerden los relojes, me clavan sus afilados dientes, me tragan, me devoran.
Ángel Guache
Se miro en el espejo, desnudo. Le dolió la juventud que reflejaban sus diecisiete años: ella era mucho mayor. Estaba decidido. Tomo los anteojos del abuelo y se los puso. Al principio, vio su imagen difusa pero, lentamente, fue graduando la vista hasta que pudo distinguirse con precisión a través de los cristales. Ya había dado el primer paso. Con alegría y paciencia, convirtió cada cabello en una cana. Después, se concentró en la cara: marcar algunos surcos en la frente, lograr varias arrugas, desteñir un poco el color de los ojos para que fuesen como los de ella. La piel comenzó a tensarse por el crecimiento) de la barba. blanca y dura. Entonces abrió la boca, eligió algunos dientes y los escupió. Estaba agotado. Se infundió nuevas energías pensando apenas un instante en ella y se dispuso a seguir. Aflojó los músculos de los brazos y de las piernas y, una vez modelada la curva de la espalda, se dedicó a redondear un poco en vientre. Se impuso el fracaso de su sexo: estaba seguro de que con ella compartiría cosas mejores. Respiró profundamente mientras recorría. conforme, su cuerpo con la vista. El aspecto ya estaba logrado. Ahora faltaba lo mas difícil. ¿Cómo fabricar recuerdos de cosas que nunca había vivido? Una idea lo hizo sonreír: era viejo y muchos viejos no tenían memoria. Se apuró a concluir la tarea. Poco a poco, su mente se fue poblando de lugares oscuros, impenetrables. De pronto, la mirada de un viejo que sonreía, su propia mirada, lo distrajo. Examinó su reflejo como si lo descubriera por primera vez, sin entender. Le pareció recordar que él mismo se había construido esa imagen. Lástima que ya no supiera para qué lo había hecho.
Juan Sabia