El niño cinco mil millones

Mario BenedettidddEn un día del año 1987 nació el niño Cinco Mil Millones. Vino sin etiqueta, así que podía ser negro, blanco, amarillo, etc. Muchos países, en ese día eligieron al azar un niño Cinco Mil Millones para homenajearlo y hasta para filmarlo y grabar su primer llanto.
Sin embargo, el verdadero niño Cinco Mil Millones no fue homenajeado ni filmado ni acaso tuvo energías para su primer llanto. Mucho antes de nacer ya tenía hambre. Un hambre atroz. Un hambre vieja. Cuando por fin movió sus dedos, éstos tocaron tierra seca. Cuarteada y seca. Tierra con grietas y esqueletos de perros o de camellos o de vacas. También con el esqueleto del niño 4,999,999,999.
El verdadero niño Cinco Mil Millones tenía hambre y sed, pero su madre tenía más hambre y más sed y sus pechos oscuros eran como tierra exhausta. Junto a ella, el abuelo del niño tenía hambre y sed más antiguas aún y ya no encontraba en si mismo ganas de pensar o creer.
Una semana después el niño Cinco Mil Millones era un minúsculo esqueleto y en consecuencia disminuyó en algo el horrible riesgo de que el planeta llegara a estar superpoblado.

Mario Benedetti

Rastro

Juancito romagnoliNo es fácil perseguir centauros. Como ya nadie cree en ellos, se debe preguntar con sutileza, en forma indirecta:
-¿Ha visto usted pasar por aquí a una hermosa yegua negra con manchas blancas? –o bien:
-¿Ha visto usted pasar por aquí a una hermosa muchacha de cabellos dorados y rosados pechos al viento?
La respuesta nunca será un sí rotundo y, las más de las veces, será negativa.
Sin embargo, muy de tanto en tanto, cuando estábamos a punto de abandonar la búsqueda y, desilusionados, emprender el retorno, el interlocutor ocasional en algún pueblito poco frecuentado se quedará en silencio frente a nosotros, con la mirada iluminada y distante, definitivamente enamorado, con una gota de rocío a modo de beso en la mejilla e incapaz de pronunciar palabra alguna.
Entonces sabremos que vamos por el camino correcto.

Juan Romagnoli

¿Donde están los hombres?

Orlando romano3“Es alegre, es compañero, es cariñoso, cree en el amor para toda la vida, rechaza la infidelidad en todos los sentidos, es muy responsable con sus obligaciones, no fuma ni bebe en exceso, acepta a las personas tal y como son, nada de lo que yo diga o haga le molesta, cree en el matrimonio y desea tener muchos hijos… La verdad es que estoy harta de cruzarme con estos tipos que tienen la mente trastornada”.

Orlando Romano

El duelo

orlando romanoDurante días, el pequeño Matthew sumó valor y estudió y maduró su plan.
La contemplación del espejo, al final del oscuro corredor, lo mantuvo abstraído largo rato; buscaba esa sombra indefinida y espeluznante que a veces, de soslayo, creía ver en el azogue. La manita izquierda se hizo puño, la derecha comprimió el martillo. Sobre la alfombra, avanzó con desnudos pasitos y se detuvo, porque el espejo también había dado unos pasos hacia él.
«¡¡¡Te oí, a la cama!!!», exigió la voz desde un dormitorio.
Matthew blandió el martillo en gesto de amenaza. «Volveré», cuchicheó.
El espejo retrocedió hasta la pared.

Orlando Romano

La confesión

Manuel_Peyrou_3En la primavera de 1232, cerca de Aviñón, el caballero Gontran D’Orville mató por la espalda al odiado conde Geoffroy, señor del lugar. Inmediatamente confesó que había vengado una ofensa, pues su mujer lo engañaba con el Conde.
Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la ejecución le permitieron recibir a su mujer, en la celda.
-¿Por qué mentiste? -preguntó Giselle D’Orville-. ¿Por qué me llenas de vergüenza?
-Porque soy débil -repuso-. De este modo simplemente me cortarán la cabeza. Si hubiera confesado que lo maté porque era un tirano, primero me torturarían.
Manuel Peyrou

Cuento tal vez oído en un bar a las tres de la mañana

pia-barros0311Me dijo que el Emperador, conmovido por su prosa, le regaló diez años más de vida, al cabo de los cuales le concedería una noche para la lectura de lo que hubiese escrito y luego lo decapitaría. El escritor miró a las estrellas y comprendió que su tiempo era un pestañeo en el universo. Tomó entonces a su hija pequeña y comenzó la tarea.
Al cumplirse el plazo, el Emperador se presentó ante su puerta.
El escritor trajo a la muchacha y le dijo:
-Cuando termines la lectura, la devuelves a su madre y me decapitas-. Luego, el escritor retiró el manto de seda que cubría el cuerpo de su hija. El Emperador contempló los hombros, el cuello, las axilas, el pubis y vio que el cuerpo entero de la muchacha estaba escrito en una apretada caligrafía.
Creo haber oído que aquella noche el Emperador amó a la muchacha. Dicen que la leyó una y otra vez, pero lo asombroso es que a cada giro del amor, los cuentos se entremezclaban y nunca podía leerse la misma historia. El escritor murió anciano. El Emperador también de viejo y feliz. Dicen que la muchacha no murió jamás. A veces va a los bares, y antes de desnudarse, cuenta historias como ésta.

Pia Barros

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