3.483 – La solidaridad está de moda

    Aunque trabajan a pocos metros nunca han cruzado palabra. Un mundo las separa. Pilar, dueña de una boutique, siempre viste de marca y cualquiera de sus complementos conlleva un nombre con muchos ceros. En el caso de María, hablar de trabajo parece ofensivo. Ataviada con vestido azul, pañuelo rojo, y deportivas, mendiga ayuda.
Desde que el lunes Pilar reparó en María vive mortificada. Ayer, intentando calmar su conciencia se acercó, le entregó una bolsa y, sin intercambiar palabra, se marchó. Hoy cada vez que Pilar ve a María con su nuevo pañuelo azul sonríe orgullosa. ¡Ahora sí va conjuntada!

Miguel Ángel Molina López
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Ediciones de Baile del Sol. 2016

3.312 – Astronomía íntima

    Miguel le prometió que era el hombre que buscaba y que juntos conseguirían todo lo imaginable. Sara aún recuerda aquella frase lapidaria que acabó por convencerla: «Juntos seríamos capaces de llegar a la Luna». Hoy, meses después, lo de ser los nuevos Armstrong y Aldrin es una quimera y sus ansias por conseguir lo inalcanzable son un imposible. Todo lo que se proponen les queda demasiado lejos y no llegan ni a fin de mes. Su vida es un quiero y no puedo pero continúan juntos. Nunca llegarán a la Luna pero ella al acostarse sigue viendo las estrellas.

Miguel Ángel Molina López
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3.298 – Los pecados del viajero

    A Leandro le encanta viajar en tren. No por evitar atascos o rememorar su niñez, sino por motivos más carnales: el vaivén del Cercanías, unido a la visión de tantos cuerpos voluptuosos, le provoca una excitación dificil de superar. Así, se pasa cada viaje imaginando las prácticas sexuales más retorcidas con cada una de las viajeras, encontrándoles a todas algún encanto. Al llegar a su parada marcha, casi a la carrera, hasta su trabajo y se alivia recordándolas. Una vez saciadas sus ansias se pone la sotana y se reconcilia con Dios repartiendo a sus feligreses castigos y penitencias.

Miguel Ángel Molina López
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3.285 – Loca venganza

    Tras varios meses de hospitalización recibió el alta. Aunque físicamente estaba bien, psicológicamente la herida seguía abierta. Tardó bastante tiempo en salir a la calle, pero cuando se decidió, el destino hizo que se topara con el salvaje que casi le arrebata la vida por un portátil y calderilla.
Le siguió hasta un callejón. Un adoquín, junto a la rabia acumulada, transformó aquel rostro odiado en una masa deforme y sanguinolenta. De vuelta a casa, saboreando su venganza, se cruzó con un compro-oro y le vio, miró al vendedor ambulante y le vio, observó al taxista y le vio.

Miguel Ángel Molina López
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3.256 – Mi madre se llamaba carmen

miguel-angel-molina   Mi madre era la única del barrio que tenía todos los nombres imaginables: Tatiana, Olga, Anastasia… lo que me convertía en la envidia del colegio. Por eso no acallaba los rumores que la tachaban de ser una espía enviada por los rusos para salvarnos de Franco. Los padres de mis amigos la devoraban con los ojos, mientras que las madres sabían que aunque era alta, de piel clara, y pómulos prominentes, sus secretos no eran políticos. Jamás olvidaré sus besos al estilo ruso. Esos que me daba cada noche, antes de marcharse a trabajar, diciendo que eran solo míos.

Miguel Ángel Molina López
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3.252 – La llamada de las nueve

Miguel Angel molina2  Desde que Dolores se fue, su única compañía era el trabajo. Hace medio año tuvo que jubilarse y el miedo a morir solo comenzó a angustiarle. Entonces convenció a Antonio, un antiguo compañero, para que le telefoneara a diario; siempre a las nueve. Dejaba que sonara, descolgaba y volvía a colgar. Con eso era suficiente.
Anoche no sonó. Al comprobar que había línea los temblores y la asfixia le impidieron dormir. Hoy ha sabido que Antonio había fallecido. Un dolor agudo en el pecho le ha paralizado cuando, a las nueve en punto, el teléfono ha vuelto a sonar.

Miguel Ángel Molina López
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Ed. Baile del Sol. 2016

3.238 – Distanciados

 Miguel Angel molina2   Ella encendió el tocadiscos y sentada en la cama comenzó a desnudarse. Él se acomodó y se limitó a mirar.
Ella fue desvistiéndose sin prisa. Primero la chaqueta, luego la blusa y después la falda. Él no quiso perder tiempo y fue bajándose la bragueta.
Mientras tarareaba una canción, ella se quitó el sujetador y el tanga. Él se acariciaba y solo era capaz de escuchar a su corazón desbocado.
Cuando ella se desnudó por completo apagó la luz, corrió las cortinas y bajó la persiana. Él se subió la cremallera y entre maldiciones arrojó los prismáticos al suelo.

Miguel Ángel Molina López
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3.221 – ¿Un mundo mejor?

Miguel Angel molina2    Al salir, la patera estaba inundada de sueños. Hoy los vómitos, el miedo y la muerte se han adueñado de los 12 por 2,5 metros en los que viajan. Solo les queda acurrucarse entre ellos y rezar para soportar el oleaje, el hambre y el frío.
Cuando la esperanza ya está lista para morir, divisan la costa y son rescatados. Es entonces cuando descubren sorprendidos el curioso comportamiento de aquellos a los que quisieran parecerse. Al ver a los pescadores llevarse la gasolina y a los vecinos arramblar con las herramientas y el ancla, sus sueños comienzan a esfumarse.

Miguel Ángel Molina López
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Ed. Baile del Sol. 2016

3.216 – Todo está en tu imaginación

Miguel Angel molina2   «Cariño, antes de que vuelva papá debes recordar que nada de lo que crees haber visto o escuchado es verdad. Aquí no ha pasado nada. Todo está en tu imaginación». Cuando la madre se aleja, convencida de haber dejado las cosas claras, el niño se queda apenado pensando en el vecino que acaba de marcharse. Le da miedo pensar qué ha podido hacerle su mamá a ese señor. Cree que no debe ser nada bueno, porque tras marcharse ella acaba de repetirle las mismas palabras que a él le dice su papá cuando cada noche sale de su habitación.

 Miguel Ángel Molina López
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3.211 – La sangre de las aceitunas

Miguel Angel molina2   El infierno se había trasladado a la Colina del Suicidio. Bajo un ruido ensordecedor los brigadistas mantenían sus posiciones, esperando a la muerte lo más dignamente posible.
Charlie Donnelly, el irlandés, nunca imaginó acabar sus días junto al Jarama. Tenía veintitrés años y muchos poemas por escribir, pero prefirió luchar por sus ideas.
Tras un olivo, mientras mantenía a raya al enemigo dicen que exclamó: «Hasta las aceitunas están sangrando». Un tiro en el brazo, otro en el costado y el mortal en la cabeza silenciaron su fusil y su pluma para siempre. Hoy descansa sepultado en el olvido.

Miguel Ángel Molina López
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http://elpais.com/diario/2010/02/28/madrid/1267359864_850215.html
http://www.brigadasinternacionales.org/index.php?option=com_content&view=article&id=82:charlie-donnelly&catid=42:cronicas&Itemid=62