3.307 – Desde entonces

    Cuenta la leyenda que en la tierra existía un hombre que amaba obsesivamente las palabras. Las pensaba, las decía, las olía en esporas de polvo. De noche tras horas de desvelo las leía en sombras, traduciéndolas luego al papel. Eran su alimento. Como todo enamorado, sospechaba en momentos el desaire de su amante y sufría en continuos insomnios. Ante tal incertidumbre, la musa decidió darle muestra de su recíproca fidelidad.
Y fue así que durante el danzar efímero del fuego de una vela, el mortal, que buscaba en la profundidad del espejo, vio el lento transmutar de su semblante, alargándose la nariz hasta formar una detallada Jota, los rizos de su cabeza se cubrieron de Eses y Zetas, su tronco adelgazó en una enorme Te; brazos y piernas fueron reemplazadas por Pes y Bes, una U cubrió sus labios, y a sus ojos As redondas que desprendían suavemente alegres gotas saladas desde su palito.
Desde entonces los hombres amanecen con residuos en los lagrimales, y al no saber por qué, atribuyen falsamente el hecho a meros procesos químicos.

Rosa Razo González

2.917 – Roxy in the TJ Sky*

rosa_razo  Gente con ojos de caleidoscopio cruza por las calles del Centro. Alguien te llama: es un vendedor ambulante que te ofrece árboles de mandarinas y cielos de mermeladas. Saltas entre los edificios llenos de flores de celofán, llegas a la Revolución y el sol brilla desde el asfalto. Trepas al reloj y desde su gran “N” emprendes vuelo por el cielo mientras comes pay de bombones. Observas el tráfico de La Línea, las vías cerradas por el exceso de carros. En el lugar casualmente hay patrullas verdes y amarillas con policías de plastilina solicitando mordidas a los american citizens. Los diamantes brillan junto a las nubes a través de tu viaje por la ciudad. Ves las balsas en el río casi extinto y sin sentirlo llegas al Parque Morelos. Sobresalen cientos de flores plastificadas y sonrientes, así como la gente que las cuida y te saluda desde abajo. Los taxis y calafias de periódico atiborran las arterias y como un gran coágulo tapan la circulación, esperan te subas a ellos para manejar sin control. Los ignoras y te vas. Estás muy cerca, la ves: una foto tuya, inmensa que cubre el Cerro Colorado. Arribas y te das cuenta que tus ojos también son caleidoscopios. Sonríes con rayos de sol.

Rosa Razo González
*A la ciudad y a ese cuarteto que sirven de motor para contar mil historias.