El día que repusieron “Casablanca” en el cine de verano hacía tanto viento que a Humphrey Bogart se le voló el sombrero y fue a parar a la fila siete, justo en mis rodillas. No pude evitar ponérmelo. Cuando terminó la película el cielo se había vuelto gris. Un hombre que se ocultaba entre las sombras me sonrió. Llovía y por alguna ventana se escapaban las notas de un piano. Una chica me pidió fuego. Yo no fumaba, pero me entraron unas ganas irresistibles de encenderme un pitillo y llamarla muñeca. Desapareció en un Austin blanco. Paré un taxi y dije: “Rápido. ¡Siga a ese coche!”, pero la perdí. Al llegar a casa una mujer me esperaba sentada en el sofá con un vestido negro. Me quité el sombrero y lo dejé sobre la mesa. Cuando iba a besarla, me dijo: “Venga, cámbiate, que llegamos tarde a la cena”, y todo recuperó su aburrido color original.
Categoría: Ernesto Ortega Garrido
2.345 – Un auténtico golazo
Estábamos cabizbajos, como si ya hubiésemos perdido antes de empezar. Luis era el único que tenía un balón y no venía. Ya nos íbamos a marchar cuando Jonás tuvo la idea: ¿Y si jugamos sin balón? Tú eres tonto, dijo Toño. ¿Cómo vamos a jugar sin balón? Tú si que eres tonto. ¿No jugamos a soldados sin armas o a espadachines sin espadas? ¿Pues por qué no vamos a poder jugar al fútbol sin balón?, argumentó Jonás. A todos nos pareció un poco raro, pero no perdíamos nada por probar. Así que echamos pies para hacer los equipos. Simulábamos que nos pasábamos la pelota, que la golpeábamos o que corríamos a buscarla, hacíamos como que sacábamos de banda y hasta nos tirábamos al suelo para que pareciese que nos la quitábamos unos a otros. Al principio nos costó un poco, pero enseguida le pillamos el truco. Era divertido. Cuando ya llevábamos un rato jugando, Jonás hizo como que la metía en profundidad hacía la banda y yo corrí a buscarla. Simulé que regateaba a Bernardo y, antes de apurar la línea de fondo, hice como si centraba. Ventura, que nos pasaba a todos dos cabezas, saltó dentro del área, elevándose por encima de la defensa. El portero se estiró como pudo para atraparla y cayó sobre la línea. Unos decían que el balón ya había entrado, otros que no. Después de discutir un rato, dejamos de jugar. Desde mi posición lo había visto claro. Fue un auténtico golazo.
Ernesto Ortega Garrido
http://www.latoalladelboxeador.blogspot.com.es/2014/07/73-asalto-un-autentico-golazo.html
2.278 – Dulces sueños
El niño dio un largo bostezo, cerró los ojos y se abrazó a la almohada. Agotado de corretear de un lado para otro, el conejo se detuvo, miró al pequeño, afirmó con la cabeza y, de un salto, desapareció dentro del sombrero. El monstruo se ocultó en el armario y las hadas se esfumaron, dejando una nube de estrellas en la habitación. El caballero y el dragón, vencidos por el cansancio, acordaron una tregua, y la princesa, que hacía rato que se había puesto el camisón, se retiró a sus aposentos. El padre cerró el libro y apagó la luz.
Ernesto Ortega Garrido
http://www.latoalladelboxeador.blogspot.com.es/2014/11/74-asalto-dulces-suenos.html
2.189 – Soledades
A veces, coge el teléfono y marca su número. Cuando salta el contestador, deja grabadas todas esas cosas que nunca se atrevió a decir. Otras, en cambio, cuando no puede más, llama directamente al buzón de voz y escucha todo eso que le hubiese gustado que le dijesen.
Ernesto Ortega Garrido
http://www.latoalladelboxeador.blogspot.com.es/2014/05/71-asalto-soledades-seleccionado-en-la.html
2.166 – La lógica del amor
Empezó a pensar en un nuevo teorema que demostrase que la quería, porque ella siempre le insistía en que el amor había que demostrarlo. Asignó variables al tiempo que llevaban juntos, al olor de su pelo al salir de la ducha, a los absurdos silencios que a veces se interponían entre ellos. Estimó el índice la aceleración que sufría su corazón cada vez que ella se desnudaba y cuantificó los celos que sentía cuando le veía tonteando con otro, para después de horas y horas de trabajo acabar concluyendo que en realidad esto del amor no tenía ninguna lógica.