2.996 – Un beso

Lorena escudero  Beber como quien ha acumulado toda la sed de los desiertos de los que regresa. Saciar con succión profunda el anhelo de cien gargantas abrasadas. Fagocitar al otro sin opción ni remordimiento.
Abrir los ojos, lamer la gota última de quien prestó su boca y morir otra vez de sed.

Lorena Escudero
Negativos. Ed. Torremozas, 2015

2.177 – Shhh…

Lorena escudero  Sí, podríamos decir que ése es el sonido de la aspirina agonizando en el lecho de agua.
Mario observa el vaso y espera a que termine de sofocarse la efervescencia. Se sienta en el sofá y reclina la cabeza. Concentra sus energías en recluir el dolor en un espacio mínimo, pero el silencio le martillea. Ensaya una nueva estrategia y enciende el televisor. Distraído pasa uno a uno por los canales hasta que se detiene. Algo le ha parecido familiar en el último fotograma. Una periodista muestra el esqueleto calcinado de unas oficinas. Mario se sorprende mucho, porque ha reconocido el edificio donde ha estado trabajando todo el día, donde se encontraba hace apenas una hora. Incluso piensa que quizá todo sea un espejismo producto de la jaqueca, más aún cuando la periodista muestra su fotografía y anuncia solemne: “Los bomberos aseguran que la única persona que se encontraba en el edificio cuando fue declarado el incendio no ha podido sobrevivir debido…”
Entonces empieza a sonar el teléfono. Mario se levanta, pero en lugar de cogerlo apaga todas las luces, el televisor, y se sienta a oscuras a beberse el vaso de agua, con el sonido de fondo de los timbrazos.
“Lo primero será cambiar de nombre”.

Lorena Escudero
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2.058 – Caducidad

Lorena escudero  Hace tiempo que esta ciudad caducó. Solo mamá sigue acercando a su nariz las flores que encuentra, aunque siempre las abandone defraudada. Como si le fuera la vida en encontrar una sola que conserve su esencia. Aún hay quien, como ella, intenta adiestrar sin éxito ruiseñores en el canto, o exprime a diario limones para beber su insípido néctar.
Quizá son los únicos que conservan algo de fe…
No. Tampoco ellos creen en la posibilidad de que todo vuelva a ser como antes, de recuperar lo que estropeamos. Simplemente son más escurridizos al desengaño.

Lorena Escudero
Futuro imperfecto.Clara Obligado ed. lit. 2012

1.854 – Mujer medio desierta

Lorena escudero  Ella no se enfada. Sabe que la intención de él es ayudarla y por eso no se enfada. Aunque a menudo se siente incomprendida y retrocede, como empujada se separa de la fértil costa hasta una zona donde ella es más árida, donde tiende al desierto. En momentos así no dice nada, se muerde los labios secos y se va a la cama. Él cree que todo está bien porque los ojos de ella no se humedecen y no sabe que peor que la lágrima es su ausencia, y se duerme tranquilo a su lado. Ella sueña toda una noche de arena y se esfuerza por cruzar el desierto, para así al día siguiente amanecer de nuevo en el verde y sentirse bosque y cerca del mar. Pero si no consigue cruzarlo, si queda anclada en esa zona… Entonces el hombre despierta y encuentra junto a él un montón de tierra seca. Y el hombre llora sin pausa porque él es medio océano, y no han sabido inundarse a tiempo.

Lorena Escudero
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1.577 – Lotería

Lorena escudero Recojo uno de los billetes de lotería del suelo. Son antiguos, reconozco el formato de antes,casi tan grande como una cuartilla. Me traen nostalgia porque los conozco bien: mi padre los compraba cada semana. Si le tocaba el premio, prometía, se despedía del trabajo y de nosotros y desaparecía en algún paraíso. Cada semana los compraba y cada semana los perdía. Se los dejaba en el bar, en alguna chaqueta, se los robaban sus compañeros. No sabía cómo pero pocas eran las semanas que podía contrastar su número con el ganador. Siempre creí que los tiraba e inventaba su pérdida porque nunca ganó nada. Ahora hay viejos boletos de lotería por todo el suelo del salón, mi hija juega con ellos. Me dice que se los ha dado la abuela, que tenía varias cajas llenas. Algunos son de antes de que yo naciera.

Lorena Escudero

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