En Chivilcoy…

saragallardoEn Chivilcoy, hacia 1942, había una mujer muy consultada. Para litigios, enfermedad, finanzas, robos, tenía consejos de oro. Nunca aceptó pago. De modo que la gente le llevaba huevos o corderos, y a veces confitura casera.
Vivía en las afueras del pueblo. Había que dejar los medios de transporte bajo un aguaribay.
Asombraba su enorme cabellera, anudada en rodete, de un color amarillo. Observadora como es, la gente notó que era peluca.
En una especie de escritorio atendía las cuitas. Se retiraba dejando solos a los clientes por una puerta chica pero doble. Al rato volvía con el consejo.
Así, corrió la voz de que había un espíritu a sus órdenes, y aumentó su prestigio.
Se la veía pasar en un sulky tirado por un alazán. Alguien, para alegría general, descubrió que la peluca estaba hecha con cerdas de la cola del alazán. La noticia cundió, pero sin llegar a sus oídos.
Cuando murió, se atrevieron a abrir la pequeña puerta doble. Comunicaba con un establo, donde tenía a su caballo.
Sara Gallardo

Senderos olvidados

eduvigisMi tía Eduvigis se pone maquillaje y ya no le pesan los años. Corrige en su rostro caminos que ella desconocía.
Mi tía Eduvigis se pone maquillaje con tal vehemencia hasta no quedar nada de ella. Retoca sus cejas y borra surcos y grietas que alguien dejó para siempre olvidadas .» Lo hago para mirar el sol sin vergüenza «, se dice asi misma.
Para ella , lo esencial es guardar su cara fatigada en el armario, luego pedir al espejo su aprobación y que le guarde el secreto. Por último, se convence que si el viento no ondula su pelo al salir en la mañana es porque ya la desconoce.
Tal vez se venia preparando desde hace ya mucho tiempo, recuerdo que cuando barría su casa solía guardar la basurilla debajo de la alfombra.

Eduardo Humberto Díaz Rojas

Progreso y retroceso. Historias de cronopios y de famas

julio-cortazar1gInventaron un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía empujaba un poco con la cabeza y, pop, ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca.

Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa a causa de no se sabe que macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal, que era muy fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azúcar dentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte.

Julio Cortazar

Tamara vuela dos veces

eduardo galeano1Rosa fue torturada, bajo control de un médico que mandaba parar, y violada, y fusilada con balas de fogueo. Pasó ocho años presa, sin proceso ni explicaciones, hasta que el año pasado la expulsaron de Argentina. Ahora, en el aeropuerto de Lima, espera. Por encima de los Andes, su hija Tamara viene volando hacia ella.  
Tamara viaja acompañada por dos de las abuelas que la encontraron. Devora todo lo que le sirven en el avión, sin dejar una miga de pan ni un grano de azúcar.  
En Lima, Rosa y Tamara se descubren. Se miran al espejo, juntas, y son idénticas: los mismos ojos, la misma boca, los mismos lunares en los mismos sitios.  
Cuando llega la noche, baña a su hija. Al acostarla, le siente un olor lechoso, dulzón; y vuelve a bañarla. Y otra vez. Y por más jabón que le mete, no hay manera de quitarle ese olor. Es un olor raro… Y de pronto,Rosa recuerda. Este es el olor de los bebitos cuando acaban de mamar; Tamara tiene diez años y esta noche huele a recién nacida.
Eduardo Galeano

Caballo imaginando a Dios

Augusto_Monterroso2_redimensionar A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por Caballos y presidido por un Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba los otros días el Caballo. Todo el mundo sabe – continuaba en su razonamiento – que si los Caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios, lo imaginaríamos en forma de Jinete.

 

Augusto Monterroso

Anécdotas de Yoha: Yoha, el juez

yoha el juez_redimensionarUn mendigo pedía limosna en la puerta de un restaurante del cual salía un suculento olor a asado de carne.Tirado en la acera, el mendigo se decía lo afortunado que era por poder disfrutar de semejante aroma cada día mientras mendigaba. Un día fue a una panadería, compró una barra de pan y se acercó a la cocina del restaurante para comérsela mientras olía la carne asada. El cocinero, que se dio cuenta de lo que estaba haciendo, le pidió un dinar por cada día que pasase disfrutando del olor que despedía la carne.
Ante la negativa del mendigo a pagar tal suma, el cocinero le llevó ante Yoha, el juez, a quien expusieron los hechos:
-Ese hombre -dijo el cocinero-, se pasa el día disfrutando del olor de mis asados y se niega a pagar por ello.
-¿Y cuánto dinero pides? -preguntó Yoha.
-Un dinar por día -contestó el cocinero.
Entonces Yoha sacó una moneda de dinar de su bolsillo, la tiró al suelo y preguntó al cocinero:
-¿Has oído caer la moneda?
– Sí, señoría -contestó el cocinero.
-Pues considérate pagado -dijo Yoha.
Raghida Abillamaa

El grillo maestro

augusto monterrosoAllá en tiempos muy remotos, un día de los más calurosos del invierno, el Director de la Escuela entró sorpresivamente al aula en que el Grillo daba a los Grillitos su clase sobre el arte de cantar, precisamente en el momento de la exposición en que les explicaba que la voz del Grillo era la mejor y la más bella entre todas las voces, pues se producía mediante el adecuado frotamiento de las alas contra los costados, en tanto que los pájaros cantaban tan mal porque se empeñaban en hacerlo con la garganta, evidentemente el órgano del cuerpo humano menos indicado para emitir sonidos dulces y armoniosos.

Al escuchar aquello, el Director, que era un Grillo muy viejo y muy sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró, satisfecho de que en la Escuela todo siguiera como en sus tiempos.

Augusto Monterroso