Idies Shah
Categoría: Cuentos
El monte
Allí, de memoria de hombre, siempre hubo un monte, cónico, peludo, sucio, terroso, grande, inútil, feo. Ahora, al amanecer, había desparecido.
Le pareció bien a Juan. Por fin había sucedido algo que valía la pena, de acuerdo con sus ideas.
—Ya te decía yo —le dijo a su mujer.
— Pues es verdad. Así podremos ir más deprisa a casa de mi hermana.
Max Aub
Aquella muerta
Aquella muerta me dijo:-¿No me conoces?… Pues me debías conocer… Has besado mi pelo en la trenza postiza de la otra.
Ramón Gómez de la Serna
Los hermanos
Abel le había confesado a su hermano que, no pudiendo contener sus brotes irrefrenables de maldad, asesinaría a los pocos mortales para anular el proyecto divino de la humanidad. Caín desdichado, antes de matarlo, le prometió que nadie conocería el secreto.
Carolina Olmos
La venia
Una dama de calidad se enamoró con tanto frenesí de un tal señor Dodd, predicador puritano, que rogó a su marido que le permitiera usar de la cama para procrear un ángel o un santo; pero, concedida la venia, el parto fue normal.
William Drummond
Gran final
El viejo literato dijo a la muchacha que en el momento de morir él quería tener un último recuerdo de lujuria.
Adolfo Bioy Casares
¿Como ocurrió?
Mi hermano empezó a dictar en su mejor estilo oratorio, ése que hace que las tribus se queden aleladas ante sus palabras.
-En el principio -dijo-, exactamente hace quince mil doscientos millones de años, hubo una gran explosión, y el universo…
Pero yo había dejado de escribir.
-¿Hace quince mil doscientos millones de años? -pregunté, incrédulo.
-Exactamente -dijo-. Estoy inspirado.
-No pongo en duda tu inspiración -aseguré. (Era mejor que no lo hiciera. Él es tres años más joven que yo, pero jamás he intentado poner en duda su inspiración. Nadie más lo hace tampoco, o de otro modo las cosas se ponen feas.)-. Pero, ¿vas a contar la historia de la Creación a lo largo de un periodo de más de quince mil millones de años?
-Tengo que hacerlo. Ése es el tiempo que llevó. Lo tengo todo aquí dentro -dijo, palmeándose la frente-, y procede de la más alta autoridad.
Para entonces yo había dejado el estilete sobre la mesa.
-¿Sabes cuál es el precio del papiro?- dije.
-¿Qué?
Puede que esté inspirado, pero he notado con frecuencia que su inspiración no incluye asuntos tan sórdidos como el precio del papiro.
-Supongamos que describes un millón de años de acontecimientos en cada rollo de papiro. Eso significa que vas a tener que llenar quince mil rollos. Tendrás que hablar mucho para llenarlos, y sabes que empiezas a tartamudear al poco rato. Yo tendré que escribir lo bastante como para llenarlos, y los dedos se me acabaran cayendo. Además, aunque podamos comprar todo ese papiro, y tu tengas la voz y la fuerza suficientes, ¿quién va a copiarlo? Hemos de tener garantizados un centenar de ejemplares antes de poder publicarlo, y en esas condiciones, ¿cómo vamos a obtener derechos de autor?
Mi hermano pensó durante un rato. Luego dijo:
-¿Crees que deberíamos acortarlo un poco?
-Mucho -puntualicé, si esperas llegar al gran público.
-¿Qué te parecen cien años?
-¿Qué te parecen seis días?
-No puedes comprimir la Creación en sólo seis días -dijo, horrorizado.
-Ése es todo el papiro de que dispongo -le aseguré-. Bien, ¿qué dices?
-Oh, está bien -concedió, y empezó a dictar de nuevo-. En el principio…
-¿De veras han de ser solo seis días, Aarón?
– Seis días, Moisés -dije firmemente.
Isaac Asimov
Historia fantástica
Contar la historia del día en que el fin del mundo se suspendió por mal tiempo.
Augusto Monterroso.
Tabú
-¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.
Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco
Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte.
Juan José Arreola