La mujer de la foto sonreía. «¿Sí?», preguntó el doctor mientras me esforzaba en vano tratando de situarla entre mis recuerdos. Le devolví la imagen en silencio. «La operación ha sido un éxito», afirmó orgulloso. Me palpé la insignificante cicatriz en el lóbulo parietal y experimenté una cierta sensación de desasosiego recordando sus palabras durante la primera visita: «El cerebro se aferra al dolor. Lo último que queda tras la pérdida. Cerrar el recuerdo cierra el dolor». «¿Puedo volver a verla?», pedí. Me tendió la foto con suficiencia y mirando aquella sonrisa, tan desconocida y tan familiar, descubrí que recordar duele pero olvidar duele todavía más.