1.232 – Escultura

 La dejan al cuidado de un niño de meses. Imperdonablemente lo pone al borde de un tanque de agua, rebosante. El niño patalea y se precipita al fondo sin que pueda impedirlo. Lo rescata y lo lleva a la mesa de planchar para secarle la humedad con la plancha caliente. Se seca pero la alta temperatura hace que la carne se tueste y se desharine. Trae agua, amasa la harina y reconstruye al niño detalle a detalle. A su juicio la obra es perfecta. Descansa. Cuando lo recibe, la madre le pide que le explique por qué los ojos del niño ya no son azules y por qué ya no está el lunar en su mejilla izquierda. No sabe qué decir, el susto le nubla la razón y le paraliza el habla. La señora se burla de ella y la tranquiliza diciéndole que está acostumbrada a cosas así. Le paga más de lo convenido.

Flóbert Zapata