3.085 – Fe, esperanza y caridad

luciano_g_egido

         —¿Hay un cielo, Nancy?
         —No lo sé. Creo.
         —¿Crees en qué?
         —No lo sé. Pero creo.
                                       WILLIAM FAULKNER

Antes de trasladarlo a un pueblo de la provincia de Zamora, don Manuel Bueno, nuestro cura párroco, no creía en Dios; pero les hacía creer a sus feligreses que creía para no desesperarlos más de lo que estaban. Sus feligreses tampoco creían; pero le hacían ver que creían para que él creyera que lo necesitaban.

Luciano G. Egido
Antología del microrelato español (1906-2011). Ed. Catedra.2012

2.245 – El tenía…

luciano c egido  Él tenía un tiro en el corazón y ella, en la cabeza. Nunca se sabrá quién de los dos amaba más al otro: si ella por matarse por él o él por dejarse matar por ella.

Luciano G. Egido
Enigma (Cuentos del Lejano Oeste, ed. Tusquets. 2003)
http://es.wikipedia.org/wiki/Luciano_G._Egido
http://www.lecturalia.com/autor/1019/luciano-g-egido

1.218 – Retrato de mujer sentada

Ella se basta,
nada desea
salvo el orgullo de ver siempre claro
hasta dejar de ver.
(Fernando Pessoa)

La señora Agustina era una vieja repulida y cegata, que no se cansaba de ser buena todos los días del año, se cambiaba de sayas por lo menos una vez a la semana, se recogía el pelo en un moño tieso y atrevido y parecía no ver a nadie a través de sus gruesas lentes, que le agrandaban los ojos, como en un acuario, y le ponían en la cara un gesto de asombro permanente. A las seis de la mañana en verano y a las ocho en invierno, ya estaba sentada a la puerta de su casa, en una silla baja de anea. Había tenido cinco hijos, que la fueron abandonando poco a poco, en un continuo chorreo de desgracias próximas y noticias lejanas. Del marido ya ni se acordaba. Pero la señora Agustina seguía allí sentada, inmóvil, indiferente, con su bondadosa cara de plácida resignación, inmutable a las ausencias y al discurrir de las decepciones. Los que pasaban la saludaban con un movimiento de cabeza o con una palabra amable de reconocimiento, a lo que nunca contestaba. Después de muchos años, los vecinos se dieron cuenta de que estaba completamente ciega, además de sorda, lo que no sorprendió a nadie por la inexorable usura del tiempo y su poca vista de nacimiento. Que además estuviera muerta, les pareció a todos de lo más natural.

Luciano G. Egido
Retrato de mujer sentada (Cuentos del Lejano Oeste, ed. Tusquets. 2003)
http://es.wikipedia.org/wiki/Luciano_G._Egido
http://www.lecturalia.com/autor/1019/luciano-g-egido

1.114 – Desnudo

                                      Lo más profundo del ser humano es la piel.
                                                                                         Paul Valery

  Le dije: «Desnúdate». Y ella me dijo: «¿Tan pronto?». Y yo le dije: «Entiéndeme; lo que quiero decirte es que me hables de ti». Y ella me dijo: «Entonces, mejor será que me desnude».

Luciano G. Egido
(Cuentos del Lejano Oeste, ed. Tusquets. 2003)
http://es.wikipedia.org/wiki/Luciano_G._Egido
http://www.lecturalia.com/autor/1019/luciano-g-egido