Se niega a creer que su alopecia es una enfermedad sin poesía. Es mejor pensar que años de viento le han arrebatado la cabellera y que sus mechones se enredan hoy con los árboles de los bosques que caminó Thoreau, flotan sobre las frías olas de Punta Desengaño o se mezclan en el brebaje de algún santero del Sur. Acaso viven enterrados bajo el polvo de algún camino de Addis Abeba, donde la luz hace más largas las sombras esqueléticas de las mujeres. Territorios de niebla en los que el cielo no perlará de lluvia su calva y a los que no llegará sin las mentiras que ahora tú lees sobre el viento.
Un comentario en «1.511 – El escritor calvo»
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Claro, pero es más emocionante y más poético y lírico así.