Los animales en el arca

marco_denevi_2 Sí, Noé cumplió la orden divina y embarcó en el arca un macho y una hembra de cada especie animal. Pero durante los cuarenta días y las cuarenta noches del diluvio ¿qué sucedió? Las bestias ¿resistieron las tentaciones de la convivencia y del encierro forzoso? Los animales salvajes, las fieras de los bosques y de los desiertos ¿se sometieron a las reglas de la urbanidad? La compañía, dentro del mismo barco, de las eternas víctimas y de los eternos victimarios ¿no desataría ningún crimen? Estoy viendo al león, al oso y a la víbora mandar al otro mundo, de un zarpazo o de una mordedura, a un pobre animalito indefenso. ¿Y quiénes serían los más indefensos sino los más hermosos? Porque los hermosos no tienen otra protección que su belleza. ¿De qué les serviría la belleza en un navío colmado de pasajeros de todas clases, todos asustados y malhumorados, muchos de ellos asesinos profesionales, individuos de mal carácter y sujetos de avería? Sólo se salvarían los de piel más dura, los de carne menos apetecible, los erizados de púas, de cuernos, de garras y de picos, los que alojan el veneno, los que se ocultan en la sombra, los más feos y los más fuertes. Cuando al cabo del diluvio Noé descendió a tierra, repobló el mundo con los sobrevivientes. Pero las criaturas más hermosas, las más delicadas y gratuitas, los puros lujos con que Dios, en la embriaguez de la Creación, había adornado el planeta, aquellas criaturas al lado de las cuales el pavo real y la gacela son horribles mamarrachos y la liebre una fiera sanguinaria, ay, aquellas criaturas no descendieron del arca de Noé.

Marco Denevi

Los hombres sabios

marco_denevi_2La reina de Saba era la mujer más hermosa y más rica de su tiempo. Visitó a Salomón para proponerle una alianza comercial, pero debajo de ese guante ocultaba las uñas de su verdadero plan: el matrimonio. Un matrimonio, por lo demás, que al hijo de David le venía como anillo al dedo porque las campañas bélicas, la construcción del Templo, de la Casa Real y de las veinte ciudades nuevas que le regaló a Hiram de Tiro y la vida fastuosa que llevaba (sesenta consortes, ochenta concubinas incluidas) habían vaciado sus arcas. Seducido, pues, por la belleza de la reina y por la posibilidad de calafatear sus finanzas, Salomón estaba dispuesto a quebrantar una vez más las prohibiciones de la ley y a casarse con una extranjera. Pero la reina de Saba, una noche, al término de un festín, tuvo la ocurrencia de poner a prueba, con acertijos, con enigmas, con preguntas embarazosas, la sabiduría del rey sabio. Salomón se encontró con una rival que casi estaba a su altura. Debió sudar la gota gorda para salir del paso, pero la reina regresó a Saba sin socio y sin marido.

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Frecuentación de la muerte

Marco Denevi3María Estuardo fue condenada a la decapitación el 25 de octubre de 1586, pero la sentencia no se cumplió hasta el 8 de febrero del año siguiente. Esa demora (sobre cuyas razones los historiadores todavía no se han puesto de acuerdo) significó para la infeliz reina un auxilio providencial. Dispuso de ciento cinco días y de ciento cinco noches para imaginar la atroz ceremonia. La imaginó en todos sus detalles, en sus pormenores más ínfimos. Ciento cinco veces salió una mañana de su habitación, atravesó las heladas galerías del castillo de Fotheringhay, llegó al vasto hall central. Ciento cinco veces subió al cadalso, ciento cinco veces el verdugo se arrodilló y le pidió perdón, ciento cinco veces ella le respondió que lo perdonaba y que la muerte pondría fin a sus padecimientos. Ciento cinco veces oró, apoyó la cabeza en el tajo, sintió en la nuca el golpe del hacha. Ciento cinco veces abrió los ojos y estaba viva. Cuando la mañana del 8 de febrero de 1587 el sheriff la condujo hasta el patíbulo, María Estuardo creyó que estaba soñando una vez más la escena de la ejecución. Subió serena al cadalso, perdonó con voz firme al verdugo, oró sin angustia, apoyó sobre el tajo un cuello impasible y murió creyendo que enseguida despertaría de esa pesadilla para volver a soñarla al día siguiente. Isabel, enterada de la admirable conducta de su rival en el momento de la decapitación, se pilló una rabieta.

Marco Denevi

Los militares persisten

marco deneviEn mi libro La Guerra Grande (Buenos Aires, 1872) relato un episodio del que fui testigo: «Después de la batalla de Quebracho Herrado, el coronel dio orden de enterrar a los muertos de ambos bandos. El sargento Saldívar y ocho soldados se encargaron de la macabra tarea. Recuerdo que le dije a Saldívar: -Pero sargento, algunos no están muertos, óigalos quejarse, y usted los entierra lo mismo. Me contestó: -Ah, si usted les va a hacer caso a ellos, ninguno estaría muerto. Y siguió, nomás, enterrándolos. Por esa salida lo ascendieron a sargento mayor».
Ahora vengo a enterarme de que el mismo episodio, mutatis mutandis, lo cuentan Aulio Minucio (Rerumgestarum Libri), el duque de Chantreau (Mémoires sur le régne de Louis XIII) y el general Alfonso Cavestany (Crónica de las guerras carlistas).

Marco Denevi

La reina virgen

marco denevi_aaHe sabido que Isabel I de Inglaterra fue un hombre disfrazado de mujer. El travestismo se lo impuso la madre, Ana Bolena, para salvar a su vástago del odio de los otros hijos de Enrique VIII y de las maquinaciones de los políticos. Después ya fue demasiado tarde y demasiado peligroso para descubrir la superchería. Exaltado al trono, cubierto de sedas y de collares, no pudo ocultar su fealdad, su calvicie, su inteligencia y su neurosis. Si fingía amores con Leicester, con Essex y con sir Walter Raleigh, aunque sin trasponer nunca los límites de un casto flirteo, era para disimular. Y rechazaba con obstinación y sin aparente motivo las exhortaciones de su fiel ministro Lord Cecil para que contrajese matrimonio aduciendo que el pueblo era su consorte. En realidad estaba enamorado de María Estuardo. Como no podía hacerla suya recurrió al sucedáneo del amor: a la muerte. Mandó decapitarla, lo que para su pasión desgraciada habrá sido la única manera de poseerla.

Marco Denevi

La contemporaneidad y la posteridad

marco denevi_aaEn un hotel de mala muerte, calle Campagne Première, año 1872, un académico espía por el ojo de la cerradura el cuarto contiguo al suyo. Ve, escandalizado, que un hombre y un jovencito están haciendo el amor. Llama a la policía y los gendarmes se llevan presos a los dos viciosos. Entonces el académico vuelve a su habitación y, más tranquilo, prosigue escribiendo una tesis académica, erudita y laudatoria, sobre la poesía de Paul Verlaine y de Arthur Rimbaud. Mientras tanto, en la comisaría, los dos viciosos, interrogados, dicen llamarse Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, respectivamente, y ser de profesión poetas. En el bolsillo del hombre es encontrado un poema que se titula Vers pour étre calomnié.

Marco Denevi

Los héroes deben permanecer solteros

marco_deneviTerrible. Terrible ha de ser para Teseo encontrarse diariamente con la mirada de su mujer Ariadna. Con esa mirada que le pregunta: ¿Y? ¿Cuándo volverás a matar otro Minotauro? ¿Ya se te acabó la cuerda? ¿Me casé con un héroe o con quién? ¿Así que esto era el matrimonio?
Cómo hacerle entender que los Minotauros no abundan y que, en todo caso, uno no está dispuesto a matar todos los días un monstruo.

Marco Denevi