Taller literario I (A Mempo Giardinelli)

ana maria shua 12Su vocación por el cuento breve es indudable.
Sin embargo, creemos que debe usted frecuentar más a los grandes narradores. Los tres textos que nos envió, aunque todavía imperfectos, denotan una gran vitalidad. Le rogamos pasar cuanto antes por esta redacción a retirarlos. Son exigentes y violentos, se niegan a aceptar el dictamen de nuestros asesores, es difícil, sobre todo, contentar su desmesurado apetito.

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Concatenación

ana maria shua 9Los acontecimientos del pasado son los que determinan el presente. Por ejemplo, si tus padres no se hubieran conocido, hoy no existirías. Cuanto más se retrocede en el encadenamiento de circunstancias que conforman la historia del mundo, más inesperadas y sutiles serán las consecuencias que acarree el hecho más nimio, en una compleja, casi infinita sucesión de concatenaciones. Por ejemplo, si durante el cretásico superior cierto plesiosaurio carnívoro no se hubiera comido los huevos que una hembra de triceratops desovó tontamente cerca de la orilla, quizás, vaya uno a saber, me seguirías queriendo.

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El cerro Setetule

ana maria shua 3_bLa bella Setetule, cuentan en Panamá los indios chocoes, enloquecía a los hombres y los desdeñaba. Pero uno de sus pretendientes, Moli Suri, que tenía poderes mágicos, la castigó transformándola en montaña. Y en las entrañas del cerro Setetule ocultó minerales preciosos, para que los mineros destrozaran en su búsqueda el cuerpo de la hermosa cruel.
Ahora Setetule es inmortal, no envejece, sigue atrayendo a los hombres, y quién puede saber si ese escarbar le desagrada tanto.

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El tamaño importa

En 1832 llegó a México, con un circo, el primer elefante que pisó tierras aztecas. Se llamaba Mogul. Después de su muerte, su carne fue vendida a elaboradores de antojitos y su esqueleto fue exhibido como si hubiera pertenecido a un animal prehistórico. El circo tenía también un pequeño dinosaurio, no más grande que una iguana, pero no llamaba la atención más que por su habilidad para bailar habaneras. Murió en uno de los penosos viajes de pueblo en pueblo, fue enterrado al costado del camino, sin una piedra que señalara su tumba, y nada sabríamos de él si no lo hubiera soñado Monterroso.

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