Esa mañana, la mitad del planeta iluminada por el sol despertó con los reflejos de la mitad a oscuras. Unos pocos se asustaron al descubrirse en el espejo mientras se lavaban los dientes, otros se palparon la cara el tiempo justo antes de encarar la jornada laboral, la mayoría no se enteró del cambio.
Categoría: Rosana Alonso
1.326 – Quietita
Se fue hace dos días, que se volvía a casa dijo, que estaba harta de los guerrilleros, que no aguantaba más la vida en la selva. Como si no recordara lo que le pasó a Daniela, que huyó y la encontramos esa misma tarde muerta al lado del río con los ojos tan abiertos que se coló dentro el cielo, y los soldados venga a reírse. Ay esta boba dónde estará, si es mejor portarse bien y cuando se te echan encima, solo es mirar para otro lado, que no te llegue su aliento, te quedas quietita y ya.
Rosana Alonso
Los otros mundos.Edit. Talentura, 2012
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1.303 – Lo uno y lo múltiple
«Creo que todo empezó al aceptar el puesto de vigilante nocturno. Mientras hacía la ronda de madrugada, pensé en mi mujer y la imaginé dormida en mi lado del colchón. Fue tan fuerte la nostalgia de su cuerpo que me desdoblé en otro yo apasionado que corrió a acurrucarse junto a ella. Ahora no paro de escindirme, tengo varios clones repartidos por la ciudad cumpliendo mis deseos. Uno incluso ha empezado Filosofía. Pero ayer, viendo el telediario, creí reconocerme en el atracador que grabó la cámara de seguridad del banco. Estoy preocupado, usted me comprende, ¿verdad? ¿Por qué me mira así?».
Rosana Alonso
Los otros mundos.Edit. Talentura, 2012
1.290 – Performance
Cuando mi mujer le propuso a la vecina del quinto que ejerciera de hija a cambio de una paga semanal, no dije nada; últimamente tiene muy mal genio. Pero la vecina encontró trabajo y dejó de venir, así que puso carteles por todo el barrio solicitando gente para un puesto indefinido, y eso me pareció excesivo. Ahora tenemos una hija divorciada y madre de adolescente problemático, una nuera en rehabilitación y hasta una nieta nigeriana de dos años a la que llevo al parque. El caso es que a ratos me parece que los conozco de toda la vida, y juraría que ayer el chico me abrazó con auténtico cariño.
Rosana Alonso
Los otros mundos.Edit. Talentura, 2012
1.275 – Tránsitos
Se murió sin más, ni temeroso ni esperanzado. Y como en un sueño abrió los ojos y estaba en su cama. La habitación con el mismo aspecto de siempre, quizá un poco deslucidos los colores. Se levantó y en el salón no había nadie, atisbó por la ventana y vio gente en la calle. Salió y descubrió que muchas de esas personas eran desconocidos, tan solo el dueño del quiosco de prensa, que había muerto unas semanas antes, le hizo un gesto de reconocimiento. Se dieron un abrazo, hermanados de repente por la situación, y se contaron sus penas. Los dos andaban buscando en este lado a los familiares fallecidos hace tiempo, pero no daban con ellos. Decidieron adaptarse a la nueva circunstancia, que no era tan distinta de la anterior: se trabajaba, se comía, se dormía y hasta podía uno llegar a enamorarse. Conoció a una mujer solitaria y la invitó a instalarse en su casa.
Y fue pasando el tiempo y una semana se notó diferente: un poco más descolorido de lo normal. Hasta que una noche murió otra vez, aunque en realidad se sintió como un gusano mudando de piel.
Abrió los ojos: todo seguía igual, salvo por esa nueva condición traslúcida. Se asomó a la ventana y alcanzó a ver la silueta de su tío Luis, que había muerto tres años atrás, girando en la esquina. Saltó y se dejó llevar por una ráfaga de viento. Su tío era más transparente que él; una fina línea con un abultamiento en la parte que correspondería a aquella barriga inmensa que era lo que más recordaba de él. Le llamó, pero al ir a abrazarlo el tío Luis se evaporó, como el humo de un cigarrillo.
Se sintió por primera vez desalentado, pero siguió flotando por esa ciudad, cuyas calles tan conocidas se confundían unas con otras en esa líquida transparencia actual. Volvió a la rutina habitual e invitó a otra mujer solitaria a compartir ese tiempo blando y como sumergido en el mar.
Un día se notó más ligero que de costumbre y supo que se aproximaba un cambio. Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas morirse de una vez por todas.
Rosana Alonso
Los otros mundos. Ed. Talentura. 2012
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1.253 – Luz de gas
A mí este juego ya me cansa, pero papá me dice que si aguanto un poco más sin rechistar luego me llevará a París y me comprará una casa muy grande para mí sola. Fue fácil, solo tuve que hacerme la muertita, y lo hice tan bien que mamá gritaba y se tiraba de los pelos. Papá, como es médico, dijo que no había nada que hacer y preparó mi entierro de mentirijillas. Me bebí un jarabe para quedarme dormida un buen rato, al principio casi era como morirse de verdad, pero luego me desperté como si fuera un día de fiesta. Y ahora estoy aquí en un cuarto secreto en la buhardilla, viviendo al revés: por las noches salgo en camisón a ver a mamá, pero no tengo que hablarle, abro la puerta y la miro a los ojos. Ella me llama y entonces yo salgo corriendo y me escondo otra vez. Algunos domingos papá me deja salir al jardín un rato, veo a mamá que asoma su cara flaca y pálida por la ventana. Ya no chilla, ni siquiera intenta atraparme, la verdad es que da algo de miedo. Espero que ya falte poco, me aburro y quisiera ir a París en primavera.
Rosana Alonso
Los otros mundos. Ed. Talentura. 2012
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1.209 – Revelación
1.192 – Paralelas
No lo sabe, pero cuenta con una réplica exacta en cada vida. Con cada decisión, su yo se fue duplicando, y con cada nueva mitosis se ampliaron las posibilidades. En una vida recorre las calles realizando encuestas. En otra vida es economista en una agencia de calificación de riesgos, pero tiene un rictus amargo en la boca que le lleva a escindirse en un cooperante que, con lo puesto y una mochila, viaja a un país en guerra. En ese punto, un arrebato místico le conduce al Tíbet donde ayuna y vive en unas condiciones que nada tienen que ver con el traficante de armas que compra una mansión en la Toscana para blanquear dinero sospechoso.
Ningún yo sabe del otro, ni se cruzan sus caminos, pero cuando el cooperante muere de un disparo, el economista siente una molestia en el pecho, como el plop de una burbuja cuando se rompe, acompañada de una súbita tristeza.
Rosana Alonso
Los otros mundos. Ed. Talentura. 2012
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1.177 – Insert coin
El planeta ha creado un sistema infalible. Si una civilización se convierte en un peligro, nunca prosperará más allá, y antes de que consiga navegar por el espacio en busca de otros planetas será destruida. El planeta es más viejo de lo que creen los expertos y está acostumbrado; como un Fénix redondo, surge una y otra vez de sus cenizas. Cada civilización hace cábalas sobre el origen de la vida, sobre la materia primera, sobre el misterio de los genes y
elabora complejas teorías de panspermia o civilizaciones alienígenas. Solo el planeta sabe el secreto, a la espera de que una mutación fortuita y adecuada haga que el juego acabe bien de una vez.