Categoría: Ana María Shua
El jardín de los senderos
Si nunca me extravié en el jardín de los senderos que se bifurcan es porque fui fiel al antiguo proverbio que exige: en la encrucijada, divídete. Sin embargo, a veces me pregunto: la felicidad, ¿no es elegir y perderse?
Ana Maria Shua
La cábala
Quizás, quizás.
Si los elefantes duelen y la carpa tiene un sabor amargo, si las serpientes empapan de sudor frío los trapecios y los tigres te devoran la memoria, si se oyen los gritos del mago pidiendo socorro pero nadie lo ve, si el domador azota a la ecuyere y no hay payasos, sobre todo si no hay payasos, es aconsejable retirarse despacio, sin que nadie lo note, quizás no sea un circo, a veces es mejor no preguntar.
Ana María Shua
Casa prestada
Me han prestado su casa y yo la he perdido, qué vergüenza, qué vergüenza, cómo presentarme otra vez ante esta gente, me van a querer matar. Recorro sin suerte las calles de la ciudad, veo que faltan varias casas que han sido arrancadas de raíz, como si fueran muelas, quedan apenas pozos sanguinolentos, encías devastadas. ¿Quién soy yo? Alguien que tiene miedo de no despertar si lo matan en sueños. Casa, casa, dónde estás. Y la encuentro, de pronto, toda ella alrededor de mí, muy cerca, por suerte, de la almohada.
Ana María Shua
La mujer que vuela
– Puedo volar -dice la mujer. Se la ve grande y cansada. Fue bella.
– Trapecista. Una genial trapecista- entiende el director del circo.
– No. Yo vuelo. De verdad.
– ¿Con cables invisibles? ¿Con un sistema de imanes, como el mago David Copperfield?
– Usted no entiende. Como Súperman.
La mujer alza el vuelo y da una vuelta completa alrededor de la carpa.
– Una gran artista. Pero no es este su lugar, señora – el director es sincero y odia tener que rechazar a una gran artista. – Este es un modesto circo de minicuento. Estoy seguro de que tendrá más suerte en una novela de realismo mágico.
Ana María Shua
En la silla de ruedas
Tía Petra se finge paralítica para vivir en su silla de ruedas, tapada con una manta escocesa que oculta sus patas de cabra, su cola de pez, su mitad serpiente. Los sobrinos le quitamos la manta mientras dormía y vimos las dos piernas de niño, pequeñas y delgadas, que siempre se pone para dormir.
Ana María Shua
El respeto de los géneros
Un hombre despierta junto a una mujer a la que no reconoce. En una historia policial esta situación podría ser efecto del alcohol, de la droga o de un golpe en la cabeza. En un cuento de ciencia ficción el hombre comprendería eventualmente que se encuentra en un universo paralelo. En una novela existencialista el no reconocimiento podría deberse, simplemente, a una sensación de extrañamiento, de absurdo. En un texto experimental el misterio quedaría sin desentrañar y la situación sería resuelta por una pirueta del lenguaje. Los editores son cada vez más exigentes y el hombre sabe, con cierta desesperación, que si no logra ubicarse rápidamente en un género corre el riesgo de permanecer dolorosa, perpetuamente inédito.
Ana María Shua
119
Duplicar el capital frente a un espejo. ¿Especular?
Ana María Shua
Del salón…
Del salón en el ángulo oscuro, por su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo, releyendo las rimas de Becquer, una tía lejana.