Pero cuidado…

ana maria shua 13Pero cuidado: un error minúsculo al pronunciar las palabras secretas (el alargamiento de una vocal o una pausa indebida, el gesto inadvertido de rascarse una pierna) puede causar acontecimientos pavorosos. Como el crecimiento de dos orejas largas, colgantes y peludas en la silla más cómoda de la casa, en la que ya nadie se atreverá a sentarse. Como la brusca caída de los pantalones del hechicero neófito en presencia de cuatrocientos demonios y una amiga de su madre. O la completa destrucción del mundo.
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La cábala

ana maria shua 6Los padres de un amigo hurtaron un gato de ébano en una tienda londinense. Fueron detenidos, demorados, deportados. Gracias a ese incidente, perdieron un vuelo que se estrelló sin despegar en el aeropuerto de Heathrow. Desde entonces, cada vez que salen de Buenos Aires hurtan un gato de ébano en una tienda un par de días antes de volver.
Como los gatos de ébano no abundan, llevan siempre alguno en sus valijas. A veces es muy difícil convencer al dueño de la tienda de que lo compre (incluso por monedas) y se ven obligados a regalárselo. Después, cuando lo roban, ya no les trae tanta suerte.

 

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Quizás, quizás.

ana maria shuaSi los elefantes duelen y la carpa tiene un sabor amargo, si las serpientes empapan de sudor frío los trapecios y los tigres te devoran la memoria, si se oyen los gritos del mago pidiendo socorro pero nadie lo ve, si el domador azota a la ecuyere y no hay payasos, sobre todo si no hay payasos, es aconsejable retirarse despacio, sin que nadie lo note, quizás no sea un circo, a veces es mejor no preguntar.

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Casa prestada

a_maria_shuaMe han prestado su casa y yo la he perdido, qué vergüenza, qué vergüenza,  cómo presentarme otra vez ante esta gente, me van a querer matar. Recorro  sin suerte las calles de la ciudad, veo que faltan varias casas que han sido  arrancadas de raíz, como si fueran muelas, quedan apenas pozos  sanguinolentos, encías devastadas. ¿Quién soy yo? Alguien que tiene miedo de  no despertar si lo matan en sueños. Casa, casa, dónde estás. Y la encuentro,  de pronto, toda ella alrededor de mí, muy cerca, por suerte, de la almohada.

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La mujer que vuela

ana maria shua 8 Puedo volar -dice la mujer. Se la ve grande y cansada. Fue bella.
– Trapecista. Una genial trapecista- entiende el director del circo.
– No. Yo vuelo. De verdad.
– ¿Con cables invisibles? ¿Con un sistema de imanes, como el mago David Copperfield?
– Usted no entiende. Como Súperman.
La mujer alza el vuelo y da una vuelta completa alrededor de la carpa.
– Una gran artista. Pero no es este su lugar, señora – el director es sincero y odia tener que rechazar a una gran artista. – Este es un modesto circo de minicuento. Estoy seguro de que tendrá más suerte en una novela de realismo mágico.

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En la silla de ruedas

ana maria shua 3_bTía Petra se finge paralítica para vivir en su silla de ruedas, tapada con una manta escocesa que oculta sus patas de cabra, su cola de pez, su mitad serpiente. Los sobrinos le quitamos la manta mientras dormía y vimos las dos piernas de niño, pequeñas y delgadas, que siempre se pone para dormir.

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El respeto de los géneros

ana maria shuaUn hombre despierta junto a una mujer a la que no reconoce. En una historia policial esta situación podría ser efecto del alcohol, de la droga o de un golpe en la cabeza. En un cuento de ciencia ficción el hombre comprendería eventualmente que se encuentra en un universo paralelo. En una novela existencialista el no reconocimiento podría deberse, simplemente, a una sensación de extrañamiento, de absurdo. En un texto experimental el misterio quedaría sin desentrañar y la situación sería resuelta por una pirueta del lenguaje. Los editores son cada vez más exigentes y el hombre sabe, con cierta desesperación, que si no logra ubicarse rápidamente en un género corre el riesgo de permanecer dolorosa, perpetuamente inédito.

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