Humorismo

El humorismo es el realismo llevado a sus últimas consecuencias. Excepto mucha literatura humorística, todo lo que hace el hombre es risible o humorístico.
En las guerras deja de serlo porque durante éstas el hombre deja de serlo.
Dijo Eduardo Torres: El hombre no se conforma con ser el animal más estúpido de la Creación; encima se permite el lujo de ser el único ridículo.
 

Augusto Monterroso

 

El sabor de una medialuna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años rodolfo Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles por la tarde.

Qué bueno.


Luisa Valenzuela

Ataque masivo

El enemigo estaba allí, fuertemente atrincherado y protegido por numerosas baterías, que cubrían con su fuego todo el valle. Era preciso atravesarlo con cargas furiosas de la caballería. El Alto Estado Mayor calculó que serían precisas cinco oleadas, cada una de ellas con cinco mil hombres. Teniendo en cuenta que el enemigo causaría un sesenta o setenta por ciento de bajas, era lógico suponer que la quinta oleada llegaría a su destino. Dadas las órdenes pertinentes se iniciaron las cargas. La batalla no se desarrolló según el calculo previsto y lo cierto es que para la supuesta última y definitiva oleada sólo quedaban dos soldados. Preguntaron estos si la carga tenían que hacerla a galope forzosamente, como las anteriores. Vistas las circunstancias, se les dio plena libertad para hacer lo que quisieran. Y los dos soldados, pie a tierra, cansadamente, arrastrando de la brida a sus respectivos caballos, se lanzaron contra el enemigo, hablando tranquilamente de sus cosas…

José Manuel Alonso Ibarrola

La salvación

Ésta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa. «¿Cómo un ser tan ínfimo» -sin duda estaba pensando el tirano- «es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?» Entonces un pájaro, que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría. «Por humildes que sean» -dijo indicando al pájaro- «hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros».

Adolfo Bioy Casares

 

 

In memoriam Dr. K.H.G.

  Hölderlin ist ihnen unbekannt? (¿Conoce usted a Hölderlin?) -preguntó el Dr. K.H.G. mientras cavaba el foso para el cadáver de un caballo reventado.

-¿De quién habla? -preguntó el centinela alemán.

-Él escribió el Hiperión -explicó el Dr. K.H.G. Le gustaba mucho explicar-. La figura cumbre del romanticismo alemán. Y a Heine, por ejemplo, ¿lo conoce?

-¿Quiénes son ésos? -preguntó el centinela.

-Poetas -dijo el Dr. K.H.G.-. ¿Tampoco le suena el nombre de Schiller?

-Sí, me suena -dijo el centinela alemán.

-¿Y el nombre de Rilke?

-También -dijo el centinela alemán y se puso colorado como un pimiento, y le pego un tiro, sin más, al Dr. K.H.G.

Istvan Örkény

La cosa

 Él, que pasaremos a llamar sujeto, y quien estas líneas escribe (perteneciente al sexo femenino) que como es natural llamaremos objeto, se encontraron una noche cualquiera y así empezó la cosa. Por un lado porque la noche es ideal para comienzos y otro porque la cosa siempre flota en el aire y basta que dos miradas se crucen para que el puente sea tendido y los abismos franqueados.

Había un mundo de gente pero ella descubrió esos ojos azules que quizá -con un poco de suerte-se detenían en ella. Ojos radiantes, ojos como alfileres que la clavaron contra la pared y la hicieron objeto -objeto de palabras abusivas, objeto del comentario crítico de los otros que notaron la velocidad con la que aceptó al desconocido. Fue ella un objeto que no objetó para nada, hay que reconocerlo, hasta el punto que pocas horas mas tarde estaba en la horizontal permitiendo que la metáfora se hiciera carne en ella. Carne dentro de carne, lo de siempre.

La cosa empezó a funcionar con el movimiento de vaivén del sujeto que era de lo más proclive. El objeto asumió de inmediato -casi instantáneamente- la inobjetable actitud mal llamada pasiva que resulta ser de lo más activa, recibiente. Desplazamiento del sujeto y el objeto en el mismo sentido, confundidos si se nos permite la paradoja.

Luisa Valenzuela

Detras de lo obvio

  Todos los viernes por la mañana Nasrudín llegaba al mercado del pueblo con un burro al que ofrecía en venta.

El precio que demandaba era siempre insignificante, muy inferior al valor del animal.

Un día se le acercó un rico mercader, quien se dedicaba a la compra y venta de burros.

-No puedo comprender cómo lo hace, Nasrudín. Yo vendo burros al precio más bajo posible. Mis sirvientes obligan a los campesinos a darme forraje gratis. Mis esclavos cuidan de mis animales sin que les pague retribución alguna. Y, sin embargo, no puedo igualar sus precios.

-Muy sencillo -dijo Nasrudín-. Usted roba forraje y mano de obra. Yo robo burros.

Idries Shah

Tragedia

María Olga es una mujer encantadora. Especialmente la parte que se llama Olga.

Se casó con un mocetón grande y fornido, un poco torpe, lleno de ideas honoríficas, reglamentadas como árboles de paseo.

Pero la parte que ella casó era su parte que se llamaba María. su parte Olga permanecía soltera y luego tomó un amante que vivía en adoración ante sus ojos.

Ella no podía comprender que su marido se enfureciera y le reprochara infidelidad. María era fiel, perfectamente fiel. ¿Qué tenía él que meterse con Olga? Ella no comprendía que él no comprendiera. María cumplía su deber, la parte de Olga adoraba a su amante.

¿Era ella culpable de tener un nombre doble y de las consecuencias que esto puede traer consigo?

Así, cuando el marido cogió el revólver, ella abrió los ojos enormes, no asustados, sino llenos de asombro, por no poder entender un gesto tan absurdo.

Pero sucedió que el marido se equivocó y mató a María, a la parte suya, en vez de matar a la otra. Olga continuó viviendo en brazos de su amante, y creo que aún sigue feliz, muy feliz, sintiendo sólo que es un poco zurda.

Vicente Huidobro

Cuento nocturno

A lo lejos se escucharon doce campanadas. Arriba, la luna se distraía mirando las nubecitas negras que pasaban a su lado. Abajo, entre las lápidas, dos espectros hablaban entre sí.
—No me vas a creer, pero tuve un sueño —dijo uno de los fantasmas. El otro lo miró con sus ojos muertos inundados de incredulidad. De su boca salió un suspiro.
—No puede ser —dijo lanzando un aliento de ataúd apolillado.
—Soñé, te lo juro. Ayer al mediodía, en el panteón. Soñé.
—¿Qué soñaste?
—Soñé que estaba vivo, y no sé por qué soñé eso. ¿Serán nostalgias de mi otra vida?
—No, no creo —dijo el otro cadáver, y agregó, espantado—: Temo que sea una premonición.
 
Julio César Parissi