3.523 – Las manos

    Fue en un instante de decidida obsesión por el mar cuando sus manos, libres al fin de su voluntad limitadora, decidieron alzar el vuelo. Desde siempre, había advertido cierta rebeldía en sus manos. A veces, en los momentos de mayor austeridad, se movían enloquecidas parodiando el vuelo de una gaviota o el planear dichoso de un vencejo. Cuando esto ocurría debía ocultarlas en los bolsillos de los pantalones acampanados que le gustaba usar. Pero aquella tarde también él tenía deseos de elevarse, de huir de sí mismo en busca de las grandes alturas; y las dejó hacer. Primero, temblaron como si fueran novicias en esto de aletear. Después, vibraron enérgicamente, y al fin, sin dolor, se desprendieron de las muñecas, y tras revolotear en torno a su cabeza se fueron distanciando de él hasta perderse en la línea imprecisa de un horizonte indiferente.
Ni por un instante se sintió mutilado y triste por la pérdida de unas manos que, aun incordiantes, le habían servido desde siempre. Su fantasía pudo más; por ello pensó en cómo se las apañarían en el aire, si serían o no felices, y si alguna vez -ya sólo aves- hallarían parejas. Únicamente, al hacer un gesto, un intento de llevarlas al bolsillo, sintió un vacío muy especial:
—Esto debe ser -se dijo- el dolor de ausencia.
Y siguió caminando.

Rafael Pérez Estrada
Más por menos. Sial Ediciones.2011

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