3.504 – Aguafuertes, IX

    Cuando le dijeron que Marcelo G. había muerto y tuvo la certeza de que la noticia era literalmente exacta —al menos según los sentidos que es forzoso emplear cuando tratamos de muerte y comprobación— y de que tampoco se trataba de un caso de confusión de identidades ni de simple homonimia, se vio obligado a asumir que él no había sido nunca Marcelo G., que no lo era. Sintió un indefinible horror o vértigo pero también cierto alivio porque, pese a todo, tenía apego a la vida.
Pero si al morir Marcelo G. moría toda noción acerca de su identidad quedando él como en otra parte, intacto… ¿Con la desaparición de qué identidad desconocida quedaría él aniquilado?

Antonio Dafos

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