3.591 – Es el diablo…

 Es el diablo el que da cuerda a los despertadores y por eso, cuando suenan, nuestro primer pensamiento suele ser sucio y blasfemo. Quienes se levantan a golpe de timbrazo son grandes pecadores: salen de casa con un nubarrón en la cabeza y siempre llevan al día la cuenta de sus rencores; sin embargo, los perezosos, los que se despiertan mansamente con la caricia del sol, son incapaces de cometer ningún pecado grave. En el Cielo no hay un solo despertador.

Óscar Esquivias

3.584 – La noche no quiere venir

  La noche no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.

Federico García Lorca

3.556 – Peligro en la noche

  Durmiendo, nos vio.
Helena soñó que hacíamos fila en algún aeropuerto.
Una larga fila: cada pasajero llevaba, bajo el brazo, la almohada donde había dormido la noche anterior.
Las almohadas iban pasando a través de una máquina que leía los sueños.
Era una máquina detectora de sueños peligrosos para el orden público.

Eduardo Galeano
Más por menos. Sial Ediciones.2011

3.542 – La vieja máquina

  El fotógrafo prepara su trípode y mete la cabeza bajo la manga. Aprieta el botón. Todo lo que hay delante del objetivo se precipita hacia él. Queda en el mundo un hueco incomprensible y ya no se podrá llenar con nada.

Antonio Fernández Molina
Más por menos. Antología de microrelatos hispánicos actuales. Sial ediciones-2011

3.535 – Weil

 Los carpinteros de la localidad de Weil construyen todos los años pequeños pájaros de madera que pintan luego de colores para colocarlos sobre las ramas desnudas de los árboles cuando llega el invierno. Luego al acercarse la primavera, se hace con todos esos pájaros una gran hoguera en la plaza central; dice la gente que sólo entonces se les oye cantar entre las llamas.

Julia Otxoa
Más por menos. Antología de microrelatos hispánicos actuales. Sial ediciones-2011

3.528 – El mensaje del náufrago

   Hoy es el último día del año.
Mientras escribo estas líneas, las horas se deslizan hacia poniente como una flecha hacia el centro de la diana. Sabemos que esto de los años y las semanas y los meses es una convención, un acuerdo, un pacto, un convenio, en fin, al que hemos llegado entre todos tras unos miles de años de convivencia. Pero el hecho de que sea una convención no aminora su fuerza.
A lo mejor, un día descubrimos que también el hígado era una convención, y el páncreas, y las transaminasas. Cómo saber dónde está la frontera entre las convenciones y los órganos. Seguramente, el catarro es una convención, la más universal de todas, junto a la úlcera de duodeno. Pero el conocimiento de ello no reduce la secreción nasal ni el dolor de las vísceras.
El día ha amanecido con una lluvia fina. Me desperté a las siete, leí un poco y me dije que hoy no escribiría. ¿Para qué? Mañana no hay periódicos y pasado mañana un artículo como éste será una antigualla insoportable. Sé que cuando lo acabe y lo meta por la abismal grieta del fax tendré la misma impresión de improbabilidad que el náufrago al arrojar la botella con su mensaje dentro.
El fax, en días como hoy, parece un océano: no sabes dónde puede ir a parar lo que introduces en él. El fax es otra convención: hemos llegado al acuerdo de que el artículo que metes por un sitio sale por otro que a lo mejor está a 500 kilómetros de distancia, pero eso no es posible. ¿Cómo va salir por una grieta de allí la hoja que yo introduzco en la de aquí? Eso no se lo cree nadie; de hecho, es una de las convenciones que más está costando sacar adelante: la mayoría de la gente, después de poner un fax, llama al destinatario para asegurarse de que ha recibido el mensaje, porque es que le parece increíble.
La convención del fin de año segrega más jugos digestivos que un hígado. Por eso no quería que llegaran las doce sin desearles lo mejor para el próximo año, aunque les llegue con retraso, o no les llegue porque lo devore el fax. Felicidades.

Juan José Millás
Articuentos completos. Ed. Seix barral. 2011