1.324 – La ouija

 Siempre me advirtieron que no moviera la copa y jamás les hice caso. Yo recorría las letras del tablero y me tronchaba cuando veía sus caras descompuestas, cuando escuchaba sus respiraciones entrecortadas, cuando sentían de pronto la caricia helada de mis manos.
Una noche partí la copa y cundió el pánico. Quise decirles que había sido yo, pero ya era demasiado tarde. Sin embargo, no se quedaron en casa ni hubo que clausurar aquella habitación como hizo mamá la última vez. Se fueron como almas cargadas por el diablo y yo hasta ahora les echo de menos.
Los nuevos inquilinos nunca juegan con el tablero, y a mí me da vergüenza mover las cosas sin que me llamen.

Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009
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1.312 – Peter Pan

 Cada vez que hay luna llena yo cierro las ventanas de casa, porque el padre de Mendoza es el hombre lobo y no quiero que se meta en mi cuarto. En verdad no debería asustarme porque el papá de Salazar es Batman y a esas horas debería estar vigilando las calles, pero mejor cierro la ventana porque Merino dice que su padre es Joker, y Joker se la tiene jurada al papá de Salazar.
Todos los papás de mis amigos son superhéroes o villanos famosos, menos mi padre que insiste en que él sólo vende seguros y que no me crea esas tonterías. Aunque no son tonterías porque el otro día Gómez me dijo que su papá era Tarzán y me enseñó su cuchillo, todo manchado con sangre de leopardo.
A mí me gustaría que mi padre fuese alguien, pero no hay ningún héroe que use corbata y chaqueta de cuadritos. Si yo fuera hijo de Conan, Skywalker o Spiderman, entonces nadie volvería a pegarme en el recreo. Por eso me puse a pensar quién podría ser mi padre.
Un día se quedó frito leyendo el periódico y lo vi todo flaco y largo sobre el sofá, con sus bigotes de mosquetero y sus manos pálidas, blancas blancas como el mármol de la mesa. Entonces corrí a la cocina y saqué el hacha de cortar la carne. Por la ventana entraban la luz de la luna y los aullidos del papá de Mendoza, pero mi padre ya grita más fuerte y parece un pirata de verdad. Que se cuiden Merino, Salazar y Gómez, porque ahora soy el hijo del Capitán Garfio.

Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009

1.266 – Las reliquias

 Cuando la madre Angelines murió, las campanas del convento doblaron mientras un delicado perfume se esparcía por todo el claustro desde su celda. «Son las señales de su santidad», proclamó sobrecogida la madre superiora. «Nuestro tesoro será descubierto y ahora el populacho vendrá en busca de reliquias y el arzobispo nos quitará su divino cuerpo.» Después del santo rosario nos arrodillamos junto a ella. Hasta sus huesos eran dulces.

Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009

1.221 – El cuarto oscuro

 Hace poco tuve una pesadilla terrible. Soñé que la madre Dolores me ponía unas cuentas larguísimas que nunca me salían. Sumaba una columna y me olvidaba cuánto llevaba, y tenía que empezar de nuevo y. los ojos de la madre Dolores se ponían rojos como los de los monstruos de los dibujos. Como me puse a llorar la madre me cogió de las orejas y con su carcajada de bruja me encerró en el cuarto oscuro hasta el día siguiente.
Mi esposa no me cree y quiere saber dónde estuve toda la noche.

Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009

1.168 – Documental

 Apenas se bajó del coche, el crítico literario reparó en la cámara del aparcamiento e imaginó una garita llena de monitores con su imagen multiplicada en vano, porque en ese momento el vigilante estaría distraído viendo un partido de fútbol y masticando un bocadillo de chorizo. ¿Y si había algún ladrón escondido en el aparcamiento? ¿O un escritor resentido? En esas magias estaba cuando se oyó un portazo y de una furgoneta colorada se bajó el novelista que había reseñado la semana anterior. ¿La reseña había sido buena? Cuando vio el bate de béisbol se acordó.
Si el vigilante no está mirando los monitores –razonó de lo más semiótico-, seguro que en su garita hay otra cámara que registra en otro monitor lo que está ocurriendo, pero si ese segundo vigilante tampoco está atento a los monitores que aparecen en el monitor que debería estar controlando el primer vigilante, siempre cabía la posibilidad de que hubiera una tercera cámara filmando lo que ocurría en la garita del segundo vigilante, de manera que sólo un tercer vigilante podía ser capaz de ver en su monitor, una garita con varios monitores donde un vigilante sigue un partido de fútbol mientras en los monitores de su garita un escritor resentido se propone acabar con el crítico literario. ¿Pero si el tercer vigilante tampoco estuviera pendiente de las imágenes de los monitores que estaban dentro de las imágenes de los monitores que estaban dentro de la imagen de su monitor? ¿Quién podía reparar entonces en un detalle tan minúsculo? En ese momento descubrió su salvación.
– ¿Tú crees que tu novela es original tan sólo porque en ella hay un escritor que escribe sobre otro escritor que escribe acerca de un tercer escritor que escribe sobre un escritor? Pues debes saber que ahora mismo hay un monitor donde sale otro monitor en el que hay un monitor que está grabando en otro monitor lo que pretendes hacer.
– ¿Y tú, cómo mierda sabes eso, maricón?
– Porque el omnisciente soy yo, ¡animal!
Mientras el escritor resentido huía despavorido, el crítico literario se quedó pensando si el narrador de la historia debería ser el vigilante de la primera garita o más bien el de la segunda.

Fernando Iwasaki

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1.017 – Diccionario infernal

 «Gomory: poderoso duque de los infiernos que toma la forma de una mujer hermosa, con una corona ducal sobre la cabeza y montada en un caballo que jamás pisa el suelo. Con el conjuro del fuego, responde bajo juramento sobre lo presente, pasado y futuro. Descubre tesoros ocultos, revela los sueños y enciende el deseo en el corazón de las casadas. Príncipe de las posesiones, pertenece a la segunda jerarquía, ocupa el cuarto lugar en el orden de los tronos y manda veintiséis legiones y dos mil hordas de íncubos fraguados del semen de los durmientes. 906492489: 0,91 euros minuto.»

Fernando Iwasaki
Del ‘Diccionario Infernal’ del padre Plancy

967 – Hay solamente una

 Anoche vino otro fantasma y ella se puso a examinar sus huellas sutiles: pelusas de niebla, uñitas de alas de zancudo, cabellos minúsculos deshaciéndose en el aire, como pompones de diente de león. Ella descifró sus andares de osezno sobre la tenue pátina de polvo y descubrió los surcos de musgo que sus deditos de nieve dejaron en la superficie satinada de los álbumes. Pero no era su olor. No era su fantasma. Si hubiera sido él ella lo habría sabido, porque las madres siempre reconocen a sus hijos.

Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009

935 – Hambre

 Cuando los otros niños regresan a casa y el parque se queda solo, mamá reparte la comida y me pide que sea más educado. Creo que a mamá no le gusta cómo come papá, que chupa los huesos hasta dejarlos limpitos. Pero yo no podría comer así porque mamá sólo me da los pescuezos, las vísceras y otras presas sin importancia. Si me diera una pata seguro que me la comería como papá, porque ya me han salido los dientes y no soporto que me den lo que nadie quiere. Mamá dice que cuando sea capaz de cazar mis propios niños podré comer lo que me dé la gana, así que mañana lo intentaré con ese rubito que juega en la arena, mientras su niñera se morrea con el novio.

Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009

917 – Caperucita ‘reloaded’

  Mientras los gritos del leñador rasgaban el silencio del bosque, Caperucita escuchó la caricia de sus palabras como una canción de cuna: «No te preocupes, mi niña; que yo no dejaré que te coma». Caperucita se abrazó a su cuerpo caliente como si fuera un enorme peluche y con todas sus fuerzas deseó que todo tuviera un final feliz. De pronto la puerta de la cabaña reventó en mil pedazos y entró aullando como una bestia, con el camisón todo ensangrentado.
-¡Escóndete en el armario, Caperucita!
Desde su escondite Caperucita oyó los gruñidos, las dentelladas y los crujidos de los huesos cuando se rompen. ¡Pobre, Caperucita! Primero mamá, después el leñador, ahora el lobo… ¡Mierda de abuela!

Fernando Iwasaki
Ajuar funerario.Ed Páginas de espuma. 2009

 

 

904 – Antigüedades

 Algunos fantasmas permanecen junto a sus viejas pertenencias, condenados a penar dentro de una caja de música, cubiertos de telarañas entre las velas de una lámpara o congelados hasta el Día del Juicio en el cristal de un florero. Ellos crepitan inquietos cuando me ven husmear por las tiendas de antigüedades y un escalofrío de siglos recorre mis venas mientras el dependiente los envuelve para llevármelos a casa.
Me gusta ver cómo titilan marchitos en la oscuridad con su luz verdosa. En aquel bargueño hay una vieja decapitada, en ese reloj un monje blasfemo sigue rezando las horas, y en el cofre del mago se acurruca el alma retorcida de un niño tullido. Yo los busco por las tiendas de antigüedades y los traigo a esta casa para escuchar cómo lloran de noche. Para reírme de su soledad infinita.
Ellos suponen que mi castigo es soportarlos. Ellos no saben que mi casa es el infierno.

Fernando Iwasaki