2.127 – Pavada de suicidio

luisavalenzuela  Ismael agarró el revólver y se lo pasó por la cara despacito. Después oprimió el gatillo y se oyó el disparo. Pam. Un muerto más en la ciudad, la cosa ya es un vicio. Primero agarró el revólver que estaba en un cajón del escritorio, después se lo pasó suavemente por la cara, después se lo plantó sobre la sien y disparó. Sin decir palabra. Pam. Muerto.
Recapitulemos: el escritorio es bien solemne, de veras ministerial (nos referimos a la estancia-escritorio). El mueble escritorio también, muy ministerial y cubierto con un vidrio que debe de haber reflejado la escena y el asombro. Ismael sabía dónde se encontraba el revólver, él mismo lo había escondido allí. Así que no perdió tiempo en eso, le bastó con abrir el cajón correspondiente y meter la mano hasta el fondo. Después lo sujetó bien, se lo pasó por la cara con una cierta voluptuosidad antes de apoyárselo contra la sien y oprimir el gatillo. Fue algo casi sensual y bastante inesperado. Hasta para él mismo pero ni tuvo tiempo de pensarlo. Un gesto sin importancia y la bala ya había sido disparada.
Falta algo: Ismael en el bar con un vaso en la mano reflexionando sobre su futura acción y las posibles consecuencias.
Hay que retroceder más aún si se quiere llegar a la verdad: Ismael en la cuna llorando porque está sucio y no lo cambian.
No tanto.
Ismael en la primaria peleándose con un compañerito que mucho más tarde llegaría a ser ministro, sería su amigo, sería traidor.
No. Ismael en el ministerio sin poder denunciar lo que sabía, amordazado. Ismael en el bar con el vaso en la mano (el tercer vaso) y la decisión irrevocable: mejor la muerte.
Ismael empujando la puerta giratoria de entrada al edificio, empujando la puerta vaivén de entrada al cuerpo de oficinas, saludando a la guardia, empujando la puerta de entrada a su despacho. Una vez en su despacho, siete pasos hasta su escritorio. Asombro, la acción de abrir el cajón, retirar el revólver y pasárselo por la cara, casi única y muy rápida. La acción de apoyárselo contra la sien y oprimir el gatillo, otra acción pero inmediata a la anterior. Pam. Muerto. E Ismael saliendo casi aliviado de su despacho (el despacho del otro, del ministro) aun previendo lo que le esperaría fuera.

Luisa Valenzuela
Juego de villanos. Thule Ediciones S.L. 2008

2.099 – Una lágrima

luisa-valenzuela22  A lo largo de los años cada tanto aparece en mi Outlook el mensaje de un misterioso admirador proponiendo encontrarnos tal día a tal hora en tal café a tomar un café. Me alegro y de inmediato acepto. Pero él siempre cancela a último momento. A pesar de lo reiterado del juego, mientras la invitación titila, yo me pregunto, ilusionada: ¿será tórrido, fuerte, negro, dulce, con buena y espumante leche, estará cortado? Me refiero al café, naturalmente.

Luisa Valenzuela
Juego de villanos. Thule Ediciones S.L. 2008

2.097 – La pérdida del amor

luisa-valenzuela22  Mi antiguo enamorado me tenía entre algodones de azúcar y siempre repetía que yo era la más dulce; era su bombón de chocolate, su caramelo masticable. Por desgracia una creciente diabetes lo obligó a apartarse de mi lado.
La separación me agrió a tal punto el carácter que a mi nuevo pretendiente le produje acidez. Ahora a ninguno el resulto apetecible. Muy a mi pesar tendré que alejarme de esta secta de caníbales entre los cuales me sentía muy querida si bien algo diezmada.

Luisa Valenzuela
Juego de villanos. Thule Ediciones S.L. 2008

2.082 – Sociedad de consumo

 

luisavalenzuela  Un sonido acuchillante como el de la puerta de un ascensor al cerrarse de golpe: una guillotina. Mientras él es nuestro prisionero le tenemos reservado un infierno de sonidos para que no olvide el miedo, para que no deje de preguntarse a cada segundo qué es lo que le aguarda.
Aguanta en silencio, desesperado, atento, girando la cabeza sin lograr enterarse de nada. A veces le ponemos una venda en los ojos, otras lo dejamos a oscuras, atado y amordazado, y nos movemos con sumo sigilo por la pieza pero no con sigilo completo, justo el necesario para que intuya que hay presencias amenazadoras que lo rondan. Podríamos matarlo de un susto o simplemente enloquecerlo. Se merece cualquiera de estas alternativas que no ponemos en práctica porque no somos sádicos, no señor, somos profesionales.
A todos nuestros prisioneros los alimentamos regularmente pero siempre a oscuras para desconcertarles el gusto. La escalada de amenazas debe ser calibrada con sabiduría. Con arte. Acabamos de contratar a Martorelli, el conocido sonidista de Radio Nacional, para que haga los efectos especiales más escalofriantes. Ahora funciona mejor el trabajo y, cuando le quitamos la mordaza, el prisionero grita de terror, proporcionándonos un material invalorable para futuras sesiones.
En la cámara de torturas hemos instalado un equipo de sonido cuadrafónico que es una verdadera joya. El sistema se torna cada vez más complejo y por lo tanto más costoso pero poco nos importa porque ellos parecen dispuestos a pagar. Nuestra propuesta es de alta eficacia y hasta indolora, si se la mira bien.
No deja huella. Si los negocios marchan como hasta ahora vamos a poder aplicar el rayo láser que permite un precisión maravillosa en diversos aspectos, así como otras glorias de la tecnología de avanzada. Se puede decir que ya contamos virtualmente con estas mejoras, porque cada vez es mayor el número de altos ejecutivos -oficiales o no- que requieren nuestro servicio personalizado. Ellos también pretenden saber de qué se trata. Ellos quieren experimentar en carne propia lo que los otros no vivirán para contarles. No quieren perderse experiencia alguna, y nosotros estamos acá para satisfacer todas las exigencias del mercado.

Luisa Valenzuela
Juego de villanos. Thule Ediciones S.L. 2008

1.660 – Palabras parcas

luisavalenzuela Abelardo, Arsaín, astuto abogado argentino, asesor agudo, apuesto, ágil aerobista acicalado. Atento. Amable. Amigo asiduo, afectuoso, acechante. Ambicioso. Amante ardiente, arrecho. Autoritario. Abrazos asfixiantes. Asaltos amorosos, arduos, anhelantes, ansiosos, asustados. Aluvión apagado, artefacto ablandado, apocado. Agravado. Altamente agresivo, al acecho, Abelardo Arsaín. Arma al alcance, arremete artero, ataca arrabiado, asesina. Atrapado. Absuelto: autodefensa. ¡Ay!

Luisa Valenzuela

956 – Corazón 1 (Para irene Andrés-Suarez)

 Cada amanecer ella abría la ventana y allí abajo estaba el lago. Y en el lago el monstruo y en el monstruo el barco que el monstruo se había engullido de un solo bocado. Y en el barco estaba el capitán apuesto y en el capitán su corazón de oro.
Ella entendió muy pronto que el capitán era el hombre de su vida, y cada amanecer al abrir la ventana ella saludaba al hombre de su vida, en la panza del monstruo, y también ¿por qué no? al monstruo que era invisible.
Al que no saludaba jamás era al lago porque temía que el lago, decidido a devolverle el saludo, subiera hasta su ventana sin el monstruo ni el barco y menos que menos el hombre de su vida. Había oído decir que se trataba de un lago muy celoso, como son celosas algunas pistolas.

Luisa Valenzuela
Juego de Villanos, Thule Ediciones S.L., 2008

Vía vía

luisavalenzuela Las vías de tranvía abandonadas no mueren donde las cubre el asfalto, y hay quienes toman estas vías y las siguen bajo tierra hasta los territorios grises de la nostalgia de donde sólo se emerge convertido en murciélago. Los murciélagos que han empezado siendo seres humanos que siguieron las vías del tranvía ahora señalan su paso con un campanilleo muy particular y quienes lo oyen se ven obligados a su vez a honrar a los tranvías. No siempre el camino es el mismo. Los hay que honran a los tranvías volviéndose amarillos como con ictericia y hay otros a quienes les crece un troley y se electrizan de a ratos. Nadie se ha dado cuenta de este fenómeno salvo los interesados que se acaban de presentar ante la UTA solicitando la personería jurídica para fundar un nuevo gremio. La UTA se encuentra en un serio dilema: tranvías eran los de antes y no estos que andan con los cables pelados.

Luisa Valenzuela

Brevísimo drama ruso

luisavalenzuela Desde mi dacha en K. viajé a la lejana ciudad de L. en respuesta a un imperioso llamado anónimo. Allí quien me esperaba para darme una sorpresa era el idiota de N.
¡Plinseskaia! ¡Nashisdrovi! ¡No vale la pena recorrer en troica tantas vestas por la nieve para adelantar apenas un par de letras en el abecedario!

Luisa Valenzuela