En los pequeños circos del Lejano Oeste exhibía su arte un famoso tirador. Dominar ese oficio exige aptitud, vocación e infatigable ejercicio. Nuestro hombre se había entrenado en el arte de la buena puntería hasta ser capaz de perforar con una bala el centro justo de una moneda a cincuenta pasos de distancia. Unas horas antes de morir justificó ante el doctor Pemberton su miserable derrota: ninguno de los bandidos que lo atacaron llevaba encima calderilla.
Un comentario en «1.462 – El tirador»
Deja un comentario
Disculpa, debes iniciar sesión para escribir un comentario.
jajajajaajajaja… inesperado y humorístico final.